Excepto a mi amigo Yonadab Cabrera, casi no conozco a nadie que compre un coche por medio de Autofin: es un suicidio económico con final atroz. Un vehículo que  —de contado— cuesta 120 mil pesos, con autofinanciamiento a cinco años se terminan pagando 450 mil pesos reales: se compra un March a precio de Audi.

Si no se tiene el dinero para comprar de contado —pocos lo tienen— la opción más racional es un crédito bancario: se paga un enganche, y el resto a plazo con tasa de interés promedio de 12 %. Entre comisiones y seguros, el coche de 120 mil pesos termina costando probablemente el doble, 240 mil pesos, pero no los 450 mil del autofinanciamiento.

¿Por qué entonces existe esa opción? Porque el autofinanciamiento es para la gente que no tiene recursos para el enganche o formas de conseguir un crédito bancario. Entonces elige la opción más cara, porque de cada una de sus mensualidades sólo una pequeña parte va al capital y la parte mayor al pago de intereses o contraprestación. Por eso los plazos son largos y el costo real del bien adquirido termina por dispararse.

Con ese contexto, no puede entenderse que Rafael Moreno Valle, un supuesto genio financiero, haya elegido los onerosísimos planes de financiamiento bajo los que contrató sus tres principales megaobras.

De haber pagado el CIS, la plataforma Audi y el Museo Internacional Barroco (MIB) con recursos propios, el costo de las 3 megaobras apenas habría sobrepasado los 8 mil millones de pesos. Una cantidad asumible tomando en cuenta que a lo largo de su sexenio ejerció más de 450 mil millones de pesos de presupuesto. Dinero había.

La otra opción era contratar deuda en términos de ley. Por ese empréstito, Puebla habría pagado alrededor de 12 mil millones de pesos en caso de contratar el monto total de las tres megaobras.

Ahora sabemos que Moreno Valle, el genio financiero, eligió la forma más cara: con el autofinanciamiento del MIB, el CIS y la plataforma Audi, lo que costaba 8 mil millones de pesos, el costo real se eleva a 32 mil 300 millones de pesos, más las actualizaciones inflacionarias.

Toda esta verdad nos fue negada durante el gobierno de Moreno Valle y su extensión, el galicismo, que recurrieron a todas las formas posibles de negación de la verdad. Ninguno de los ex gobernadores reveló el monto real de estas operaciones.

Pero el misterio quedó resuelto tras el excelente reportaje de CAMBIO publicado ayer bajo la firma de Paulina Cataño, con base en documentos oficiales obtenidos por Transparencia.

El ex gobernador eligió la opción más cara de financiamiento. Así benefició a varios de sus amigos. En el caso del CIS, a los hermanos Abed de la constructora Apycsa. En el MIB, a La Peninsular, la división constructora de Grupo Hermes, de los Hank, los mismos a los que dio la concesión de Agua de Puebla. Y en la plataforma Audi, a Codesa de Luis Mier, que también terminó siendo beneficiado con la autopista a Audi.

De los 32 mil millones de costo real, los poblanos aun debemos 25 mil millones de pesos, cantidad que se irá incrementando dado que el pago de la contraprestación se actualiza conforme al índice inflacionario. En los siguientes 20 años, esos 25 mil que hoy debemos podrían crecer, por lo que el costo real de las obras morenovallistas sería de aproximadamente 42 mil millones de pesos, cifra cercana a la calculada por Barbosa.

Definitivamente fue un muy mal negocio optar por los PPS y los pagos son tan leoninos que la corrupción se huele a menos de medio metro. La lógica no fue la inversión, sino la corrupción. Más claro ni el agua.