Ni aun con la instrucción del dedo divino de Andrés Manuel López Obrador para elegir al próximo dirigente nacional por la vía de la encuesta se apacigua el rebaño de Morena. Una facción del partido, la que apoya a Bertha Luján, ha decidido aplicar la máxima de “aplíquese pero no se cumpla”. Es decir, no quieren la encuesta y prefieren mantener la ruta actual, aunque sea de choque de trenes.
Continúa el peligro de que Morena se pudra porque ni la línea de AMLO calmó las aguas de un grupo empoderado y ensoberbecido desde el Gobierno federal, quienes entraron en rebeldía al método de la encuesta. Esos rebeldes a la línea presidencial están encabezados por el Coordinador de Programas de Bienestar y encargado de los súper delegados, Gabriel García Hernández, quien quiere la dirigencia para Bertha Luján.
Tras las palabras mayores del tabasqueño, Bertha Luján dirigió una consulta a la Comisión de Honor y Justicia para preguntar si la elección de dirigente nacional podía dirimirse por la vía de la encuesta de acuerdo con los estatutos vigentes del partido.
¿Y cuál fue la respuesta de esa Comisión dominada por sectarios y fundadores de Morena? Pues que no. Que los estatutos señalan que las encuestas pueden utilizarse para elegir candidatos pero no para elegir a las dirigencias. Que con mucha pena, Señor López Obrador, pero el plan para imponer a Bertha Luján goza de cabal salud.
Todos ellos saben que si se aplica la encuesta, Luján tiene todas las de perder, pues se encuentra en un muy lejano tercer lugar, y el primer beneficiado es el diputado federal Mario Delgado, puntero en las encuestas, y después Yeidckol, más que posicionada después de ascender de secretaria a líder.
¿Pero qué ocurrirá ahora que la Comisión Nacional de Honor y Justicia vetó el método de la encuesta?
Para cumplir los designios del dedo divino de AMLO sólo hay dos caminos: reformar los estatutos para darle validez a la encuesta o un pacto de caballeros entre los aspirantes. Cualquiera de ellos luce muy cuesta arriba tomando en cuenta que la renovación está a la vuelta de la esquina y la maquinaria se echó a andar con la emisión de la convocatoria que establece para 23 y 24 de noviembre el Congreso al que no asistirá AMLO. Sin acuerdos, habrá sangre ese día.
Aunque Yeidckol se apuesta por la reforma a los estatutos, no hay tiempo para el proceso ni para que el INE avale esa reforma. Mucho menos en el estado de ebullición que vive la militancia fundadora, la única que podrá votar.
¿Entonces?
Queda el pacto de caballeros: someterse a la encuesta y que los resultados se avalen en el Congreso. Pero eso necesita un acuerdo entre los aspirantes. Es posible que Mario Delgado y Yeidckol acepten, pero no hay forma en que lo haga Bertha Luján y su asociado Gabriel Hernández.
Los fundadores de Morena están en pie de guerra, y desde la Comisión de Honor y Justicia, avalaron que los 3 mil delegados que irán al Congreso no pueden ostentar cargos de elección popular ni de gobierno. ¿Entonces quiénes irán y cómo operarán?
¿Y en Puebla?
En los últimos días se ha divulgado que el diputado federal Alejandro Carvajal tiene el visto bueno del barbosismo, aunque tal afirmación es dudosa. O quizá simplemente el hijo de Rogelio Carvajal simplemente no le entiende a la política.
No puede entenderse que el joven chivo en cristalería haya acudido al Congreso local para presentar una iniciativa y no se tomara la molestia de correrle la atención a Gabriel Biestro ni a ningún diputado de la bancada de Morena. Los ignoró como si fueran unos Don Nadie. ¿Así quiere ganarse el apoyo?
Los monos aplaudidores de Bertha Luján citaron para este domingo para ultimar todos los detalles del proceso de elección según la convocatoria. Participarán todas las instancias relacionadas con la organización de la contienda, como la Secretaría de Organización, la Comisión Nacional de Elecciones y Comisión de Organización coadyuvante.
Hablarán Yeidckol —a favor de la encuesta— y Bertha —a favor de seguir con el choque de trenes e ignorar a López Obrador—.
Este domingo Morena puede acabar de pudrirse.
