Los caminos de Dios son inescrutables, es decir, no puede averiguarse o descubrirse. Una verdad del tamaño del universo en relación al helicopterazo que mató a Martha Erika Alonso, a Rafael Moreno Valle y otras tres personas, pero también a la justicia divina a la que hizo referencia ayer el gobernador Barbosa.
“Me robaron la elección, pero Dios los castigó”, dijo ayer Luis Miguel Barbosa en su discurso al asistir al informe de la presidenta municipal de Huejotzingo. Declaraciones poco empáticas que inmediatamente llamaron la atención de la opinión pública nacional hasta convertirse en un escándalo.
Si el helicopterazo es justicia divina, ahora entendemos por qué la SCT federal en casi diez meses de investigaciones no ha encontrado ni causa probable ni falla mecánica que provocara el descenso en picada de la aeronave.
De todas las piezas recogidas y analizadas, se determina que no falló el rotor principal, ni los sistemas electrónicos ni los motores. La caída fue inusual, lo han repetido varias veces, tan abrupta que la aeronave se desplomó en ángulo de 90 grados con el rotor principal de espalda. Un desplome que no duró más de 15 segundos.
Hay que agradecerle al Gobierno federal de López Obrador la honestidad de reconocer que no saben qué ocurrió a 10 mil metros de altura. Han sido tan honestos que ni siquiera han tratado de inventar una causa, un motivo técnico. Y eso que los gobiernos se pintan solos para desinformar y mentir en las muertes de sus opositores.
En la etapa del PRIAN, ya hubieran inventado cualquier versión. Que el piloto Coppe iba borracho y con putas.
Que un OVNI inutilizó los sistemas eléctricos.
Que se soltó un tornillo de la rondana que sostenía la cuchufleta.
Como la SCT no ha mentido, tampoco hay una verdad oficial, lo que hace crecer la versión de que no murieron, sino que los mataron.
Y como ambos eran figuras de poder, una gobernadora y el líder de la oposición en el Senado, puede hablarse con propiedad de un magnicidio.
En esas estábamos cuando al gobernador Barbosa se le ocurre introducir el concepto de justicia divina: Dios los castigó por robarme la elección.
Tal dicho, por supuesto, además de teológicamente controvertible, es de mal gusto y amerita una disculpa hacia los amigos y familiares de la pareja, pero también la de los otros tres pasajeros de la aeronave. ¿Ellos qué?
Es teológicamente controvertible porque nadie sabe qué significa la justica de Dios, precisamente la frase bíblica con la que abrí esta columna. Sus caminos son inescrutables, así como su “justicia”, que no está al alcance del entendimiento humano.
Supongamos que sí, que la justicia divina mató a Martha Erika y Rafael Moreno Valle por robarse la elección. Eso nos trae varios problemas dignos de Agustín de Hipona y Tomás de Aquino.
Uno: ¿Por qué a ellos sí los mató y no a Manuel Bartlett y a Felipe Calderón, otros célebres ladrones de elecciones?
Dos: ¿Los otros tres pasajeros del Agusta son daño colateral divino? ¿No pudo esperarse Dios a que estuviera sola la pareja siniestra en su casa y matarlos, por ejemplo, con una fuga de gas? ¿Por qué lastimar a otras tres familias?
Tres: ¿Quién fue la mano o el instrumento divino para hacer justicia? ¿O Dios se materializó y los aplastó contra el suelo? ¿Quién se prestó a hacer el trabajo sucio que necesitaba Dios?
Cuatro: ¿Cómo le va a hacer la SCT para explicar el trabajo sucio de la justicia divina?
Como no hay teología suficiente para explicar estos misterios ni tenemos tiempo para convocar a un Concilio bizantino, lo que procede es una disculpa del gobernador Barbosa por el exceso, y san se acabó.
Es de gente decente, porque las familias y amigos que los apreciaban son inocentes.