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Viernes, 18 Octubre 2019 03:25

AMLO acéptalo: no funcionó el fuchi, guácala, a la chingada

AMLO acéptalo: no funcionó el fuchi, guácala, a la chingada Escrito Por :   Arturo Rueda

Alfonso Durazo reconoció tímidamente, después abiertamente a la agencia Reuters, que Ovidio Guzmán fue liberado —o realmente nunca fue capturado— y las fuerzas militares claudicaron al haber sido superadas en número, ferocidad y potencia de fuego por los criminales del Cártel de Sinaloa. El Estado, oficialmente, perdió el monopolio legítimo de la violencia. Ahora lo tienen los criminales, que le imponen condiciones a los agentes del Estado.


Pues no, Presidente: no funcionó el ¡fuchi, guácala! con los criminales. Tampoco acusarlos con la mamá ni con la abuelita. El crimen organizado nuevamente está fuera de control y el criminalillo de la calle también. Ya midieron a su gobierno y saben que tienen manga ancha. No hay defensa después de lo de Culiacán.

 

Hace una semana escribí que el Joker era el evangelio definitivo de la adoración del mal. Las escenas vistas ayer en Culiacán, todo el guion incluida la liberación del hijo del Chapo, parecen sacados de la película protagonizada por Joaquin Phoenix.

 

En la película, luego de que Arthur Fleck confiesa sus crímenes y mata al aire al presentador personificado por Robert de Niro, los demonios se sueltan en Ciudad Gótica y los marginales que ven a Fleck como su héroe desatan su maldad sobre la ciudad. Esos mismos marginales rescatan al Joker de la patrulla en la que era trasladado y lo entronizan como el genio del mal que los encarna.

 

Según la narración del pusilánime Alfonso Durazo, titular de SSP, un comando de treinta integrantes de la milicia y la Guardia Nacional se encontraron de casualidad en un residencial al hijo del Chapo Guzmán conocido como Ovidio.

 

No se sabe si llegaron a asegurarlo, pero para rescatar al hijo del Chapo los criminales convirtieron a Culiacán en un infierno de balaceras por toda la ciudad, aterrorizando a la gente inocente lo mismo que caminaba por las calles, comía en restaurantes o circulaba por las avenidas.

 

Como en una película gore, los criminales se adueñaron de la ciudad por horas sin que un policía, un militar, un Guardia Nacional o alguien les hicieran frente. Los que lo intentaron fueron reducidos, desarmados y humillados en los retenes que montaron en los accesos de esa ciudad.

 

A la hora de redactar esta columna, no se sabe la cantidad de muertos y heridos en esas horas.

 

Lo peor no fue eso, sino que horas después Alfonso Durazo reconoció tímidamente, después abiertamente a la agencia Reuters, que Ovidio Guzmán fue liberado —o realmente nunca fue capturado— y las fuerzas militares claudicaron al haber sido superadas en número, ferocidad y potencia de fuego por los criminales del Cártel de Sinaloa.

 

Que bajaron las armas y se dieron la media vuelta para “preservar la vida”.

 

El Estado, oficialmente, perdió el monopolio legítimo de la violencia. Ahora lo tienen los criminales que le imponen condiciones a los agentes del Estado.

 

Ha sido una semana terrible para Durazo, quien la inició en la mañanera vanagloriándose de que el Gobierno federal había alcanzado un punto de inflexión en la incidencia delictiva de homicidios. Que aquí comenzaba la tendencia a la baja.

 

Luego, vino la masacre de Aguililla, Michoacán, con 13 muertos.

 

Luego, los 15 muertos —14 civiles o criminales, 1 muerto— supuestamente masacrados en Iguala.

 

Y ayer, el infierno de Culiacán.

 

El ridículo nacional, mundial.

 

La claudicación de todo el esquema de seguridad nacional ante criminales organizados que mostraron su rostro feroz sin timidez.

 

Son ellos los que gobiernan, no el gobierno.

 

Ya no hay margen, Presidente: tu modelo colapsó. Los criminales son criminales y la guerra debe ser despiadada. Matar o morir porque ellos no se andan con contemplaciones. Ya te lo demostraron e hicieron que tu gobierno quedara en ridículo.

 

Los criminales no son víctimas.

 

Y Alfonso Durazo no está capacitado para conducir la seguridad pública de este país.

 

Es hora de aplicarle a él el fuchi, guácala, a la chingada.

 

Se necesita un nuevo secretario de Seguridad Pública.  

 

Según se vio ayer, esto ya valió madres.

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