Felipe Patjane estiró y estiró la liga hasta que la rompió. Muy pronto no sólo perderá la silla de presidente municipal de Tehuacán, sino hasta la libertad, por lo que tendrá difícil llegar a su boda con Paulina Vargas dentro de diez días en Cuernavaca. Y si lo hace, deberá llevar un amparo en el bolsillo de su jaquet.

 

No es difícil escribir la historia de la caída de Patjane, que al principio de su decepcionante carrera política recibió todos los privilegios de Luis Miguel Barbosa, quien en público y en privado lo llamaba su ahijado.

 

Primero fue la pérdida de confianza, luego la traición abierta, más tarde el desgobierno, luego el saqueo del erario y, finalmente, la rebelión alentada por su propia familia con vínculos panistas, pero también por Alejandro Armenta, quien le dio cobijo a Patjane los dos últimos días en el Senado en búsqueda de una audiencia con Ricardo Monreal que le sirviera de escudo ante su inminente destitución.

 

En esa trama, el saqueo de las arcas de Tehuacán toma un elemento central en los próximos movimientos, pues está plenamente documentado que Patjane dispuso de 120 millones de pesos de forma discrecional, sin los mínimos elementos de comprobación ante la contraloría municipal y la Auditoría Superior del Estado.

 

Tan documentado está el saqueo que, desde el domingo pasado, los ex funcionarios municipales que Patjane despidió se encuentran declarando ante la Fiscalía General del Estado los tejes y manejes del edil, quien no se cuidó en lo mínimo.

 

Por ello los acontecimientos se aceleraron, pues una mayoría de ocho regidores votaron su destitución e instruyeron a la síndico municipal a formalizarla ante el Congreso del Estado.

 

De fondo, Tehuacán ya no aguanta más días del desgobierno de Patjane, así como de su corrupción.

 

Pero el alcalde no soportó lo que consideró una humillación: que durante el festival de la matanza para inaugurar la temporada de mole de caderas, durante las cuatro horas de bailables regionales el gobernador Barbosa no le dirigió la palabra ni una sola vez pese a sentarse codo a codo. Más tarde, en la comida, fue enviado a una esquina de la mesa principal, apestado políticamente.

 

Algo ocurrió que el todavía edil se envalentonó y decidió despedir mediante memorándums a la tesorera María del Carmen Siliceo Rodríguez, al secretario general Alejandro Guerrero Martínez, el contralor Víctor Ricardo Valladares Martínez. Entre los corridos también se ubican María Sara Pedrosa López, directora de Obras Públicas, y José Alberto Méndez Lezama, el director de egresos.

 

Todos estos funcionarios desembarcaron en el gobierno municipal hace cuatro meses, el pasado 5 de julio, con una misión: ayudar a Patjane a remediar su desgobierno. Se los envió el gobernador. Pero poco se logró ante el hoyo financiero de 120 millones de pesos que nadie sabe en qué se gastó.

 

El informado columnista Javier Arellano escribió en su Cúpula de ayer que se trataba de una declaración de guerra al gobernador. Parece que no se equivocó.

 

“El acto fue frontal, el rompimiento completo, fue una declaración de guerra contra el gobernador Barbosa. Se acabaron las pequeñas deslealtades y sutiles traiciones. Ahora queda claro que Felipe Patjane está dispuesto a enfrentar al Ejecutivo poblano en las instancias que sean necesarias.

 

“El sábado 2 de noviembre el alcalde de Tehuacán hizo declaraciones en las que se veía envalentonado, echado para adelante.  Y es que dos Senadores le ofrecieron su total respaldo en la guerra que ya abrió contra el gobernador”. Hasta ahí la cita.

 

Ahora el edil tehuacanero se encuentra sentenciado por dos vías.

 

 

No se trata solamente del inminente proceso de destitución que votará favorablemente el Congreso local. Lo más grave es la carpeta de investigación que integra la Fiscalía General del Estado con la información documental ofrecida, precisamente, por los cinco funcionarios que despidió en un acto de envalentonamiento, asesorado por Armenta.

 

Ahora, ya cuenta con dos regalos de boda para su enlace del próximo 16 de noviembre en Cuernavaca. El tercero podría llegarle el mismo día.

 

Uno, el cabildazo de sus regidores.

 

Dos, el proceso de destitución en el Congreso local.

 

Y tres, el auto de formal prisión que recibirá en los días que debería decir “SÍ, ACEPTO”.