El próximo 15 de diciembre, cuando Luis Miguel Barbosa rinda su primer informe de gobierno para cumplir el mandato legal pese a que para esa fecha sólo llevará cuatro meses y medio en el poder, se apuesta si estrenará traje, corbata o secretario de Gobernación.
La relación disfuncional que por semanas han mantenido el gobernador con Fernando Manzanilla Prieto ya tocó fondo, y si antes era especulación, ahora con seguridad se afirma que el secretario de Gobernación no va a cargar los peregrinos.
Esa disfuncionalidad en realidad tiene un único fondo: el gobernador no confía en el secretario de Gobernación, por lo que éste se ha convertido en un funcionario nini: ni acuerda ni ejecuta ni tiene responsabilidades en la operación política estatal.
Expresión de esa disfuncionalidad es que Manzanilla es un secretario con cargo, pero sin rol. Ni siquiera tiene subordinados, pues con la salida de José Luis Márquez se fue el último mohicano que le tomaba parecer para algo.
Ahora, Manzanilla no tiene subsecretarios, ni director de gobierno, ni coordinador de delegados, ni delegados. Si no fuera por su particular y por su jefe de prensa, estaría más solo que una higuera en un campo de golf.
¿Cómo se provocó esta disfuncionalidad?
¿Cómo Manzanilla perdió la confianza del gobernador, o en realidad nunca la tuvo?
La primera señal de alerta fueron las primeras reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública, cuando la poderosa SGG se transformó en una minúscula Secretaría de Gobernación que ya no coordinaba el gabinete ni tenía relación con los notarios y le fue despojado el registro público de la propiedad.
Las nuevas funciones de confianza fueron trasladadas a la jefatura de Oficina del gobernador y a la Consejería Jurídica.
De un día para otro, Manzanilla pasó de ser factótum del gobierno interino a un secretario más de Barbosa, pero en realidad disminuido. Casi todos lo entendieron menos él: como factótum de Pacheco Pulido, todas las posiciones que entregó y cargos administrativos ahora eran facultad de Barbosa y sólo a él debía acudirse.
La segunda señal de alerta fue cuando Manzanilla perdió, o nunca tuvo, la posibilidad de nombrar a sus subsecretarios, pues Paco Ramos fue despedido al igual que Juan Pablo Piña, por no hablar del inefable Luis Soriano. Al único que le permitieron conservar fue a José Luis Márquez, pero en realidad el poder fue absorbido por David Méndez, quien sí goza de la confianza.
Manzanilla no entendió el mensaje o no quiso entenderlo: se había convertido en un florero. O iba en camino.
El punto máximo de esa disfunción en Gobernación, un secretario que nadie pela y un subsecretario muy poderoso, ocurrieron las filtraciones continuadas de audios al portal e-consulta. Una comedia de errores en las que, aparentemente, todos fueron grabados de forma inocente.
Jesús Vázquez, coordinador de delegados nombrado con aval del gobernador, pidiendo moches a unos alcaldes por unos apoyos que ni siquiera podía entregar.
El poderoso subsecretario David Méndez, hablando con el ahora reo Felipe Patjane, de donde surge la versión de la amenaza de José Luis Márquez, que posteriormente detonó su caída a solicitud expresa del gobernador, quien también la hizo extensiva al secretario que fingió demencia y prefirió no escuchar.
Y luego, el propio Manzanilla hablando con el regidor Víctor Canaan para calmar las aguas de la enfebrecida comuna de Tehuacán.
Al final perdieron los dos bandos con tantas filtraciones. Manzanilla a José Luis Márquez, su último subsecretario, y David Méndez a su coordinador de delegados. El partido quedó empatado pero la disfuncionalidad alcanzó grado máximo al grado de perfilar el regreso del diputado federal a la Cámara como una forma de cortar por lo sano.
Los testigos de esa relación disfuncional afirman que quizá sus nuevos aliados reciban a Manzanilla con cariño, como en el caso de Genoveva Huerta, la lideresa del PAN, que no lo toca ni con el pétalo de una rosa, o hasta el diputado Carlos Morales del G5, con quien firmó una alianza perfecta con el medio de comunicación incómodo a través del que golpetea.
Lo que se ignora es si Barbosa ya le pidió la renuncia y Manzanilla se amarró al escritorio, o Manzanilla en un último acto de dignidad comprometió su salida que no fue autorizada.
Al final, entre el gobernador y su secretario de Gobernación sólo quedará una canción: Amarga Navidad.
“No quiero comenzar el año nuevo, con este mismo amor, que me hace tanto mal”.