Creyentes o no en los fenómenos sobrenaturales, los nuevos habitantes de Casa Aguayo se han visto inquietados por lo que definen como una “presencia”. Es decir, algo que está ahí, pero no está ahí. Podría aplicarse el término de fantasma, pero en este caso se trata de un ser corpóreo que ocupa espacio pero no desempeña ninguna función.
La “presencia” de Casa Aguayo tiene intermitencias. A veces se le ve en Casa Aguayo, a veces no. Ayer, por ejemplo, en la más reciente jornada de Atención Ciudadana, no se le vio en lo absoluto donde habitualmente se le ubicaba en los martes, en el Portalillo.
La “presencia” de Casa Aguayo, como ser corpóreo, no fue requerida para el papel que en teoría desempeña y por ello cobra. En vez de acudir al Congreso en representación del gobernador para entregar el Primer Informe de la administración, el elegido fue Melitón Lozano, titular de la SEP.
Pero la pregunta del millón es, si hay una “presencia” en Casa Aguayo que ya no sirve ni como mandadero del informe, ¿por qué no renuncia en un acto de dignidad? Se corren apuestas de cuántas humillaciones más va a soportar.
En Acción Nacional, sin embargo, se conjeturan varias teorías del porqué la “presencia” no renuncia a su puesto de secretario de Gobernación.
La primera teoría es que, con el apoyo de Genoveva Huerta, los Gali y algunos operadores a los que en varios momentos les dio trabajo en la SGG y luego en Segob, entre ellos Silvia Argüello, Paco Ramos, Fernando López y varios más, busca hacerse de la candidatura panista a la alcaldía en 2021.
No es una locura, pues ya tiene a su operador Fernando López al frente de la Comisión Electoral del PAN, colocado ahí por Genoveva Huerta.
La “presencia” cree que su papel en contra de su ex cuñado Rafael Moreno Valle y su beligerencia contra Martha Erika Alonso puede ser superada y olvidada. Pero los panistas, sin embargo, no hay forma de que esto ocurra, lo que cancelaría la posibilidad de que pueda ser candidato albiazul.
Si Manzanilla, alias la “presencia” de Casa Aguayo, no puede ser candidato del albiazul, entonces a qué juega.
Los mismos panistas creen que, en realidad, lo que busca es conformar una megacoalición que haga frente al candidato de Juntos Haremos Historia. Es decir, buscar la candidatura a través de un partido pequeño como Compromiso por Puebla o MC, y desde ahí partir a la megacoalición que incluya al PRI y al PAN.
Es un plan con muchos riesgos y poca potencia electoral. Así que en realidad su tirada es otra:
En la idea de esta megacoalición manzanillista participan dos de sus viejos aliados: Tony Gali y Jorge Estefan Chidiac. El ex gobernador buscaría una diputación federal, su hijo una diputación local por Puebla capital, y el ex secretario de Finanzas aportaría el control que dice tener en La Mixteca y en la Sierra Norte.
En el fondo y desde Casa Aguayo, Manzanilla sería el cerebro de la construcción de un bloque que reúna a todos los resentidos contra el barbosismo. Todos los que aborrezcan al gobernador caben, incluso periodistas como Rodolfo Ruin.
Como todo ideólogo, no quiere ir al frente de la batalla, sino en una posición protegida: diputado plurinominal para, si las cuentas le salen con sus aliados regionales, convertirse en el presidente del Congreso local, someter desde ahí al gobernador, y construir su candidatura a la gubernatura en 2024.
La “presencia” de Casa Aguayo, dicen los panistas, dedica sus días a la construcción del frente opositor Todos Unidos contra Barbosa (TUCBA). Y mientras lo haga desde el primer piso de la sede del poder, cobrando, seguirá ahí feliz pese a ser sometido a toda clase de humillaciones.
La única pregunta, si es que el gobernador sabe lo que ocurre en su primer piso, es por qué no llama a los Cazafantasmas o a un Exorcista para terminar de deshacerse de la “presencia” de Casa Aguayo.
En realidad hay otra pregunta: ¿cuánto va a durar el juego del gato y el ratón? Pues lo que quiera el gato.