Dentro de los héroes nacionales que se han señalado como emblema de la siguiente administración pública en México y como símbolo de las políticas públicas que se pretenden implementar en el naciente sexenio, se encuentra más que ausente Emiliano Zapata (1879-1919), insignia de los héroes que conformaron la historia de la revolución mexicana del siglo XX.
Emiliano Zapata no comandó solamente un ejército, sino que también a la denominada y olvidada por la historia de nuestro país: ‘La Comuna de Morelos’, que, durante un par de años aproximadamente, gobernó el estado de Morelos bajo el comando de los jefes del Ejército Libertador del Sur, y fue quien instaló una serie de regulaciones, como expropiaciones a las haciendas azucareras de las grandes extensiones de tierras que, en su momento, fueron apropiadas a costa de los pueblos; el establecimiento de créditos a los campesinos con un banco que los otorgaba, sociedades cooperativas que permitían la comercialización de sus productos y la dotación de semillas e insumos para el campo; la fundación de escuelas para los campesinos y sus hijos. Época que ha sido borrada por la historia oficial, como bien lo cita el historiador Adolfo Gilly: “La Comuna zapatista de Morelos, que se mantuvo no en la tregua sino en la lucha, es el episodio más trascendente de la revolución mexicana. Por eso, para intentar borrar hasta sus huellas, el ejército carrancista tuvo después que exterminar la mitad de la población de Morelos, con saña similar a la desplegada por las tropas de Thiers contra el París obrero de 1871” (Gilly, Adolfo. La revolución interrumpida, Mexico, Ediciones Era, 2016).
La Comuna de Morelos era gobernada por la propia población, un logro que en la historia oficial no se menciona, que ha sido olvidado atendiendo a que, políticamente, no es correcto dar a conocer que de la propia población puede provenir muchos de los cambios que se requieren para una mejor convivencia en nuestra nación; que los cambios no se dan, necesariamente, desde arriba, desde el poder político o desde el poder económico. Desde luego que ha sido olvidada esa ‘Comuna de Morelos’ atendiendo a que el estado de Morelos, durante los últimos 30 años, ha contado con pésimas administraciones que se han encargado de destrozar su historia.
El Ejército Libertador del Sur no era eso que se sostuvo durante su tiempo, es decir, simples asaltantes que se confundían con los bandidos de Río Frío, al grado que se les denominara como “robavacas” o “comevacas”, ya que se asumía que no contaban con principios o fines por los cuales luchar; se decía que simplemente se trataba de asaltantes y saqueadores, lo cual no fue así, pues aquel ejército firmó el Plan de Ayala, en donde establecía sus fines o propósitos por los cuales luchaba y el cual fue su bandera hasta el final de su tiempo, que sucedió con la muerte de Emiliano Zapata en 1919. En ese Plan, lo que se buscaba era la recuperación de las tierras apropiadas por las haciendas y, por lo tanto, enfrentar el desconocimiento de Francisco I. Madero (como líder del movimiento revolucionario), debido a que éste dejó en segundo término este problema, llegando al poder en 1911, gracias, precisamente, a estos ideales de recuperación.
Así, la incorrectamente denominada “revolución mexicana” no fue una (como lo dicta la historia oficial), sino que fueron varias, pero la más representativa ideológicamente fue la ‘Revolución del Sur’, que correspondió a la luchar del Ejército Revolucionario del Sur, comandado por Emiliano Zapata y que se legitimó con el Plan de Ayala, pues en ese manifiesto se sentaron los ideales por los cuales llevaban a cabo sus batallas. Éste fue redactado por un profesor de primaria, “pasado a maquina” por un sacerdote, censurado en los medios de comunicación de su tiempo (1911); fue un documento que confirmó que por los derechos se lucha y no son dádivas del Estado, que los grandes cambios vienen de abajo, de la propia población, es decir, del ciudadano de a pie. El plan de Ayala (firmado en Ayoxuxtla, Puebla, y no en la Villa de Ayala, Morelos) demuestra que el derecho no es únicamente el oficial, que cabe la existencia de otro derecho, un derecho subterráneo y paralelo que sustituye en muchas de las ocasiones a la legislación y jurisprudencia oficial ante su complacencia con la injusticia y la inseguridad jurídica. Sin duda alguna faltó Emiliano Zapata.