Como alcalde el académico condujo a la ciudad de Puebla con equilibrio, mesura, pero al mismo tiempo con mano firme.
Después del rectorado y la alcaldía, Enrique Doger enfrenta el mayor desafío de su vida en la elección de 2018. Y en esta Cúpula debemos ser claros al imprimir nuestra perspectiva; el virtual candidato es un poblano prominente, una figura de primer nivel, pero en este momento, todos, absolutamente todos los factores están en su contra.
Esta es nuestra lectura.
Cuando Enrique Doger llegue a Xicotepec de Juárez, en la Sierra Norte o a Chiautla de Tapia en el corazón de la Mixteca y convoque a los presidentes de los comités municipales del PRI se encontrará con que éstos son ‘apéndices’ de los alcaldes, aun cuando sean emanados de diferentes partidos políticos. Y cuando haga un recuento verá que esto viene sucediendo desde los años 2010 y 2011.
En el momento en que el abanderado escuche a los priistas de la base, a los que son representantes de comités seccionales se dará cuenta que durante ocho largos años estuvieron abandonados. En ese instante le sorprenderá que los exdirigentes Pablo Fernández del Campo, Ana Isabel Allende Cano y Jorge Estefan Chidiac jamás tuvieron tiempo para organizar un comité seccional en Huauchinango o en Ajalpan.
Simplemente porque durante ocho años el priismo tuvo dirigencias de escritorio.
Luego, conforme avance la campaña, el galeno abanderado solicitará la reunión de rigor con los ‘primeros priistas’ de los municipios: los alcaldes. Entonces será recibido por el edil en turno y aquel le jurará lealtad eterna al Revolucionario. Pero cuando coteje los juramentos con los resultados electorales de la contienda de 2016, verá que fueron precisamente los munícipes priistas los que descarrilaron a Blanca Alcalá Ruiz.
En Ajalpan conocerá a Gustavo Lara Torres, el alcalde que es al mismo tiempo el principal constructor de obra pública en la Sierra Negra. En Santiago Miahuatlán escuchará las promesas de Luis Flores.
Poco a poco Enrique Doger se dará cuenta de que esos alcaldes priistas en realidad son ‘prostitutas’ que trabajan por las fichas y la impunidad que les ofrece el morenovallismo.
Incluso en Santiago Miahuatlán verá que el edil priista Luis Flores tiene una mano en el tricolor y otra con el PAN, ya que su esposa Blanca Escamilla Huitrón es la virtual abanderada de Martha Erika Alonso a la misma presidencia municipal.
Y en el corazón de la Sierra Negra, en el municipio de Coyomeapan, Doger se va a encontrar con los hermanos Celestino. David fue alcalde por el PRI; luego dejó a su hermana Araceli en el cargo y ahora él busca afanosamente repetir, pero bajo las siglas de Morena; aunque todas las semanas se reporta al gobierno de Tony Gali.
Ante ese escenario el candidato Doger se preguntará: ¿Dónde está la estructura priista en los 217 municipios? ¿Dónde está aquel gigante tricolor?
En ese momento se dará cuenta de que ya no existe. De que el PRI tiene la misma estructura en Zacapoaxtla o Acatlán de Osorio: una fuerza de papel, un mero membrete.
Luego en cuanto inicien los diálogos, las mesas de análisis y propuestas de la ‘Fundación Colosio’ (Por cierto ¿Alguien sabe qué ha hecho el referido órgano en los últimos ocho años?), en los foros explotará la furia social. Los temas que dominarán son la economía colapsada, la corrupción rampante, la violencia desbordada.
Porque sobre todo el candidato Enrique Doger recibirá la factura que la sociedad poblana extenderá al fallido Gobierno federal.
El PRI en Puebla fue abandonado durante ocho años, pero la ola devastadora, el sello apocalíptico lo representa el ‘efecto Peña Nieto’. Doger pagará el precio del peor sexenio del que se tenga memoria en el México contemporáneo.
Sin duda es deplorable que el priismo sacrifique a uno de sus mejores hombres en una lucha que está perdida. Simplemente perdida.
Al tiempo.
Como siempre quedo a sus órdenes en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., sin mx.