Sin embargo, sí existe la manera de colocar diques, muros de contención, bordos que puedan detener esa ola gigantesca. Durante el sexenio de Felipe Calderón, el estado de Puebla fue el ejemplo tangible, palpable, de que podía instalarse una gran muralla para detener la marea delictiva. Mientras la delincuencia crecía de manera acelerada, vertiginosa, en los vecinos estados de Veracruz, Guerrero y Morelos, la entidad poblana se mostraba serena y apacible.
Así fue hasta la llegada de Facundo Rosas Rosas, quien trajo consigo la ‘política de seguridad’ de su jefe Genaro García Luna, el gran experto en coludir instituciones con el crimen organizado.
En los últimos tiempos, en la Angelópolis se hizo lo posible para detener esa corriente criminal que avanza y consume todo a su paso. Manuel Alonso fue el encargado de desarrollar una estrategia de contención.
La palabra es precisa y descriptiva. Ante un fenómeno que es nacional, las autoridades locales no pueden aspirar a erradicar los hechos delictivos. A estas alturas del partido eso es imposible. Lo que sí se puede hacer es contener, frenar con diques y bordos la ola criminal. Y durante los meses en que Alonso se hizo cargo de esa responsabilidad, la tarea fue cumplida.
El hampa no se erradicó, sólo se contuvo.
Hoy estamos ante la era lopezobradorista, un tsunami electoral que empujó gubernaturas, senadurías, diputaciones y alcaldías. En ese contexto llega Claudia Rivera Vivanco; pero será el tiempo y las circunstancias los que determinen si estaba preparada para el cargo.
Porque hay una enorme diferencia entre llegar y gobernar. La alcaldesa ya ocupa el despacho principal del Charlie Hall, pero todavía no está gobernando. Apenas está conociendo los diferentes colores de los hilos del poder; falta aún el periodo para que aprenda manejarlos.
Pero, desde este momento, es evidente que la presidenta no está bien asesorada. Al contrario, quienes están haciendo la labor de orientarla y aconsejarla están llevando a su administración a una crisis prematura, tan anticipada como innecesaria.
El ejemplo palpable, inapelable, es la secretaria de Seguridad Pública y Tránsito Municipal, María de Lourdes Rosales Martínez, quien ha sido ‘bautizada’ en las redes sociales como ‘Lulú’.
Sin duda, la dama tiene una respetable currícula en el rubro de la teoría y los estudios académicos sobre Seguridad. Su acervo así lo acredita. Pero nos estamos refiriendo a una problemática en que la teoría poco puede lograr si no va aparejada de un intenso ejercicio de praxis.
La secretaria es una académica, por lo que difícilmente va a encabezar un operativo en las vecindades del Centro Histórico o en los callejones de Villa Frontera. Simplemente no la imaginamos dirigiendo una redada en San Francisco Totimehuacán o coordinando la persecución de un vehículo sospechoso en la Romero Vargas.
La funcionaria es una teórica y le encomendaron la tarea de domar a un león que conoce todas las mañas de la práctica.
Ante esto va a suceder lo siguiente: las organizaciones delictivas que ya operan en Puebla capital seguirán creciendo, y para ello se van a aliar con la ‘Hermandad’, y otras pequeñas células de policías que son hábiles en el oficio de coludirse con el hampa. Lamentablemente, la última persona en enterarse de esto será la misma secretaria de Seguridad.
Nadie puede dudar de su buena voluntad, pero aquí conviene recordar el viejo adagio que reza: ‘el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones’. Y esto es precisamente lo que está sucediendo en Puebla.
La alcaldesa declara que ‘hay ambulantes porque la gente les compra’ y hay delitos ‘pero son del fuero federal’. A este paso, eludiendo la responsabilidad de gobernar y echando los compromisos por la ventanilla, el desgaste natural de todo gobierno será más que acelerado.
Hasta el momento, la titular de la dependencia policiaca no es parte de la solución y por lo tanto sí lo es del problema. Poco a poco se están perdiendo los hilos del control; se está diluyendo la autoridad y se esfuma la capacidad operativa.
Evidentemente, el ‘Huracán Lulú’ amenaza con arrasar la Angelópolis. Por el bien de los poblanos es fundamental que la alcaldesa Rivera Vivanco tenga un plan B desde este momento, antes de que una crisis le estalle en las manos.
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