Un Congreso de oposición que se levanta como una fuerza, no sólo contestataria, sino abiertamente beligerante; un frente de diputados federales y senadores que conforman otra piedra en el zapato. Y por si todo esto fuera poco un presidente de la República que no muestra mucho ánimo de diálogo.

 

En medio de esos dos frentes quedan los ciudadanos de Puebla. Lo mismo el gran empresario inmobiliario que vive en La Vista que el dueño de una pequeña tienda en Zacatlán; al igual el universitario de la Ibero que el campesino de Coyomeapan.

 

Y si le preguntamos a cualquiera de esos ciudadanos qué Puebla desea ver en su futuro, ninguno responderá que un estado en confrontación o en desestabilización.

 

Puebla atravesó por el proceso electoral y poselectoral más tortuoso de su historia. Pero como quiera que sea esa etapa ya concluyó. A ningún poblano le interesa, ni le conviene que se prolongue una guerra partidista durante seis años. Ni a los empresarios, ni a los campesinos, comerciantes o universitarios.

 

Guste o no guste la decisión del Tribunal Electoral, ese trance ya pasó y en este momento el único camino deseable es la conciliación.

 

Si la guerra partidista se prolonga por los próximos años, sólo veremos un estado en situación de parálisis que se reflejará en todos los órdenes: económico, financiero, educativo, cultural, absolutamente en todos.

 

Puebla se convertirá en una copia de Morelos donde las confrontaciones políticas y el desgobierno de Graco Ramírez llevaron a la entidad a la inmovilidad.

 

En este momento es claro que las fuerzas combativas del Congreso local y los legisladores federales no quieren bajar el tenor de su ánimo rijoso.

 

Por ello éste es el momento de los líderes de opinión, de los rectores universitarios, de las cámaras del sector privado. En esta etapa todas esas voces se deben levantar y exhortar para detener las confrontaciones y entrar en una etapa de conciliación.

 

Y desde este momento se deben señalar por su nombre a los protagonistas que siguen instigando el enfrentamiento. Quienes tengan una tribuna de liderazgo ya sean rectores o presidentes de cámaras empresariales deben señalar directamente a los responsables. No hay opción para eufemismos, alusiones o indirectas.

 

La guerra electoral ya terminó y tendría un enorme costo social que la puja se prolongue por años. Ante esto la responsabilidad de los líderes de opinión es enorme, incluso tiene la dimensión de histórica.

 

Si hoy callan y la entidad entra en una vorágine de confrontaciones, encono e inestabilidad, sólo Puebla pagará las consecuencias.

 

Así como en el pasado el rector Fernando Fernández Font expresó públicamente sus preferencias, así de la misma manera ahora debe convocar a la conciliación. Y no solo él, sino todos los rectores y líderes del sector empresarial.

 

Este es el momento, antes de que Puebla se fracture.

 

Como siempre quedo a sus órdenes en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..