López Obrador ha llegado a esa posición en la que los ataques se le revierten al atacante. Es como si sus seguidores supieran que cada ataque al tabasqueño proviene de la clase política culpable de haber ocasionado los problemas del país. Que existe un interés deshonesto y vil detrás de cada calificativo que denigra al candidato retador.
Podemos comprender que resista a los ataques de sus adversarios, pero también es resistente a sus propias pifias. Ofreció amnistía a los narcotraficantes en un país corroído y amedrentado por las organizaciones criminales. Hizo una alianza con los conservadores del Partido Encuentro Social. Incorporó como coordinadora de su campaña a la hija de Maquío Clouthier, el icónico candidato de la derecha. Recibió con bombos y platillos a Gabriela Cuevas quien en 2006 como diputada del PAN y desde la tribuna solicitó el juicio de desafuero contra López Obrador. Le va a entregar candidaturas de Morena a priistas de relevancia local en todos los estados, algunos con acusaciones de corrupción. Ofreció que va a hacer entrar en razón a Donald Trump como si ello dependiera de su voluntad. Integró a su lista de candidatos plurinominales al Senado a personas acusadas de delitos graves. Pues nada de lo anterior ha menguado su popularidad ni la voluntad de quienes lo siguen.
Hace varias semanas publiqué el siguiente texto: “Valdría la pena preguntarnos la razón por la que AMLO va tan arriba en las encuestas y con tal fuerza ¿Es él un gran candidato o en verdad los adversarios son muy malos? ¿Las virtudes de López Obrador han persuadido al electorado o las malas gestiones de gobiernos han empujado a los ciudadanos a los pies de Morena? ¿Es AMLO o son las circunstancias? La coincidencia en las versiones es una: los acontecimientos de la vida cotidiana molestan, indignan y prácticamente obligan a votar por el candidato retador a los gobiernos en funciones. Ya no importa si es alto o chaparro, feo o guapo, inteligente o torpe, preparado o ignorante, socialista o capitalista, liberal o conservador, si recibe ayuda de Trump o de Putin; la gente quiere vengarse de los que gobiernan. Y AMLO es el instrumento para la venganza social. Hay sentimientos de ira y tristeza en la mayoría de los votantes de López Obrador. A diferencia de lo que pasaba en otras elecciones, hoy los mexicanos están enojados y frustrados por la realidad que los confronta.”
Podemos advertir que quien quiera ganar las próximas elecciones no debe derrotar a López Obrador, sino a la emoción que lo está llevando a la Presidencia de la República. El adversario no es el candidato ni la coalición de partidos que lo postula, sino el ánimo de venganza. El límite de la intención de voto de López Obrador se encuentra en el punto donde chocan la indignación social y el miedo al cambio. Indignación y miedo son las fuerzas emocionales que alimentan la decisión de votar o rechazar al candidato retador.
A mis manos llegó un texto muy interesante y sobretodo aleccionador que escribió el Dr. M. J. Crockett, investigador de la Universidad de Yale, especialista en la neurociencia de la moral humana. Este es el resumen que elaboré del texto en inglés https://www.theglobeandmail.com/opinion/modern-outrage-is-making-it-harder-to-bettersociety/article38179877/:
- Desde el comienzo de la humanidad fuimos programados para reaccionar ante actos que producen indignación moral como una forma de asegurarnos la pertenencia a un grupo y que la convivencia se conserve dentro de ciertos límites convenientes para todos.
- La llegada de las redes sociales en línea alteró la operación de nuestros antiguos instintos que regían a la indignación moral, sobre todo en lo que se refiere a la solución de problemas públicos.
- Las personas son más proclives a encontrarse con información de actos inmorales en internet que a través de cualquier otro medio.
- El contenido expuesto en redes sociales genera emociones de indignación más poderosas que cuando provienen de cualquier otro medio como la televisión, los periódicos o personalmente.
- Las plataformas de información en línea (redes sociales) inflan de forma artificial la indignación social ante actos inmorales.
- Las compañías como Facebook o Google tienen que captar la atención de sus usuarios para poder ganar más dinero mediante la venta de publicidad. Entonces programaron sus algoritmos para que promuevan contenidos con mayor proclividad a ser compartidos por los propios usuarios.
- Los algoritmos en línea eligen a los contenidos más indignantes sin importar su valor social o si incluso son verídicos y los ponen a disposición de los usuarios por encima de otros contenidos.
- En línea es mucho menor el riesgo de producir, compartir, interactuar o incluso mentir sobre actos que generan indignación social.
- Encima de todo está la recompensa que los usuarios obtienen al publicar e interactuar con contenidos que producen indignación social. Cada interacción de miembros de la comunidad digital (un like) produce dopamina en el oferente, lo cual refuerza que éste siga publicando contenidos similares. Además de producir un tipo de adicción en los usuarios de redes sociales.
- Las redes sociales le dan voz a millones y democratizan la posibilidad de denunciar los abusos y los excesos sin importar la veracidad de las acusaciones, amplificando sus efectos al infinito.
Lo expuesto por el Dr. Crockett es la explicación más clara y específica del fenómeno que está llevando a López Obrador a la Presidencia de México. La cobertura de teléfonos inteligentes en el país rompió las barreras del ingreso y de la cultura, hoy casi cualquier mexicano tiene acceso a las redes sociales a través de un dispositivo móvil. Los millones de indignados que conforman la base electoral de AMLO ignoran que son víctimas de un algoritmo y de una reacción bioquímica que su cerebro produce ante la interacción en línea. Es evidente que buena parte de ellos creen firmemente en la autoridad moral de sus afirmaciones y en la de su líder político, gracias a la forma en que está construido el sistema. Me parece que será muy difícil sacarlos del trance en el que están metidos.
La buena noticia para los adversarios de López Obrador es que el sistema no distingue, es ciego y sordo, sólo obedece a sus propios instintos. Y que en 2024 la misma ola de indignación social va a arrasar con quien esté al mando del país.