El debate de Puebla tampoco cambió mucho las cosas. Nos reafirma que Martha Erika es la más cercana a una clase media que tiene recursos para pagar Netflix y ver la serie de Luis Miguel; mientras que Barbosa (López Obrador) es más cercano a quienes batallan por completar sus necesidades básicas y están indignados por la existencia de una clase política privilegiada.
A lo que voy con estas dos observaciones es que en estos días no ha ocurrido algo que pueda cambiar drásticamente las percepciones de los futuros electores. Nada ha cambiado.
A lo largo de las campañas los candidatos han definido claramente quiénes son, qué representan y más o menos qué piensan hacer. Ya se dieron los golpes que mermaron a unos y a otros con dudas de enriquecimiento ilícito.
No se ve que para el cierre de las campañas vengan sorpresas ni que suceda algo drástico que mueva nuestra percepción. Y con el distractor del Mundial difícilmente algo logrará ser nota.
Ahorita sólo resbalones, enfermedades graves, muertes o asesinatos pueden llegar a ser nota. Y lo que empieza a tomar prioridad es la planeación de la operación del día D.
La participación será el reto. Si llueve habrá que sacar a la gente a votar. Si el futbol se pone bueno habrá que sacar a la gente a votar. Si la violencia y las amenazas aumentan, habrá que sacar a la gente a votar.
Sólo estos fenómenos donde el exceso de confianza hace que la gente no salga a votar, en donde la percepción de que nada va a cambiar con uno y otro gobernante desmotivan la participación.
En conclusión, el debate no cambió nada. Lo que está en boca de todos es Zague y el Mundial. Lo electoral ya pasó a segundo plano.