Nos prometieron una transformación en donde el combate a la corrupción sería lo prioritario en la agenda. No mentir, no robar dijeron que serían los cánones de conducta. Apenas estamos empezando y algunos ya nos sentimos decepcionados.

Es curioso, pero hasta los ‘anti-peje’ ya se habían esperanzado con la firme promesa de que se iba a combatir la corrupción, de que habría una nueva forma de hacer política. Ellos mismos, incrédulos como querían parecer, son los primeros que se dan de topes en la pared por haber creído que podría ser verdad.

Así que el bono de confianza que teníamos al día después de la elección era mayor al porcentaje de votos que obtuvo AMLO.

No me canso de resaltar que las emociones son la herramienta más poderosa para comunicar. Y hoy en día la confianza es la emoción más deseada. López Obrador y su movimiento la obtuvieron y ahora tienen que mantenerla. ¿Pero con base en qué pueden sostener la confianza ganada?

Es fácil, que haga lo que dijo que podía hacer: eliminar la corrupción. Lo difícil para AMLO es que su gobierno no será juzgado por lo que haga; sino por cómo lo hace. La corrupción se elimina en el ejercicio del poder, es una forma de hacer.

Aquí no aplica “el fin justifica los medios”, porque los medios son parte del fin. Aunque así sea la política, justo ese tipo de política es la que votamos por no tener, es la que asociamos con lo peor del PRI.

Y, aunque la ley lo permita, no parece correcto que alguien que era gobernador pida licencia para ser senador y luego pida licencia para ser gobernador y luego pida licencia para ser senador. ¿Así o más clara la manera de aferrarse al poder?

No parece correcto que lo que espontáneamente ya se había votado se tenga que volver a votar. Es como de niños chiquitos jugando piedra, papel o tijera: ¿dos de tres? No parece correcto que cinco diputados del Partido Verde se pasen a la bancada de Morena.

Pero así son las negociaciones, dirán los pragmáticos. Habrá para quienes las formas sean suficientes para decepcionarse, desconfiar y buscar otras opciones; habrá para quienes no son tan importantes hasta ver acciones concretas. Otros argumentarán que no fue López Obrador quien directamente se equivocó, así que él no paga el costo.

Y para cerrar: el silencio de AMLO sobre el tema. Negándose a contestar. ¿Qué esperábamos? Una reprimenda pública. Pero si no lo hizo con Bejarano y las ligas, ¿usted cree que lo va a hacer con Monreal y una “inofensiva” negociación?

Corolario: muchos se preguntan por qué nadie en la oposición capitaliza de esto; fácil: el PRI avala y defiende los actos y el PAN ha demostrado que no es templo de la moral para señalar las ‘triquiñuelas’ ajenas.