Las opiniones en torno a los migrantes centroamericanos son muy encontradas. Algunos grupos pro derechos humanos piensan que ayudarles a un tránsito seguro dentro de nuestro país significa fortalecer el mensaje de igualdad, respeto y tolerancia que mucha falta nos hace; sin embargo, entre los mexicanos ha causado enojo y una exigencia para que la legalidad sea lo primero. He escuchado a muchos decir: “que se regresen a su país”, “que no vengan a causarnos más problemas”, entre otras expresiones que han sido tachadas de intolerantes, racistas y hasta xenofóbicas.
El rechazo a los extranjeros no es exclusivo de México en estos momentos, ni siquiera de Estados Unidos hacia las comunidades latinas, musulmanas, entre otras; cada día son más comunes las reacciones de odio en todo el mundo hacia los que, creemos, son inferiores a nosotros. Prejuicios los tenemos todos, pero pocos tenemos conciencia de lo que en realidad significa esto.
Recuerdo a Panchita, una mujer extraordinaria de San Miguel Xoxtla que trabajaba en casa con mi familia y que había tenido una vida triste de abusos, maltrato, de pobreza, de pocas oportunidades; después de varios años de trabajar decidió que quería irse con su hija a Los Ángeles, tenía más de 10 años de no verla. Panchita pensaba que ir legalmente a Estados Unidos no era tan difícil (como muchos de los migrantes centroamericanos lo están pensando), hasta que la engañaron con conseguirle ‘papeles’ y la estafaron, entonces le pidió ayuda a mi mamá, al cabo de un tiempo se dio cuenta que era muy complicado que le otorgaran una visa y se fue a Tijuana a conseguir un coyote que la ayudara a cruzar, y a quien entregó todos sus ahorros. Nunca lo logró, murió cruelmente asesinada por un grupo de asaltantes en territorio mexicano, entre sus cosas llevaba el teléfono de mi casa y fue así como nos enteramos de la terrible noticia, la queríamos tanto que nunca comprendimos por qué había arriesgado su vida por ir a otro país; después, claro, comprendimos que sólo quería vivir mejor, y estoy segura que lo hubiera podido lograr si alguien como los que hoy defienden los derechos de los migrantes la hubiera acompañado en su viaje , cuidado y explicado cuáles eran sus derechos.
Este tipo de historias se conocen todos los días con gente de muchas nacionalidades, por supuesto que nos molesta que entren a la fuerza, con rudeza e incluso con poco respeto a quienes han ayudado a los integrantes de la caravana migrante, nos da coraje que las autoridades mexicanas no hayan hecho valer las leyes para lograr un tránsito legal pero sobre todo nos enfada no ver un trato igualitario para los migrantes mexicanos que llevan muchos años siendo maltratados en su camino por llegar a la Unión Americana, y que incluso aquellos que hoy ayudan a los centroamericanos no lo han hecho con nuestros paisanos; y aunado a todo esto, el gasto público ejercido durante su estadía por diversas ciudades, los servicios y empleos que requerirán todos aquellos que se queden en México que, por supuesto, serán la mayoría, y ahora hasta las pérdidas económicas que se generan en la Ciudad de Tijuana por el cierre de las garitas, sin contar, por supuesto, la tensión en la relación con el país vecino. Pensémoslo un poco más allá de la historia que acabo de contar.
Yo sostengo una postura: primero los mexicanos, primero nuestro país, sin egoísmo y sin discriminar, pero sí bajo una realidad bien construida ¿Cuántos más como yo?