Nada cambia después de este proceso que los sabios promotores de la estrategia política y electoral decidieron.

Y sólo sirvieron para enjuiciar los desatinos de todos, al propio sistema político mexicano, y comenzar a repasar los pecados de quienes han gobernado y que siempre tendrán muchos frentes abiertos al escrutinio ácido y severo de la sociedad.

El trabajo que cada partido y candidato desplegó en esta campaña no cambió el escenario, la visión, la perspectiva, la tendencia y la intención del rumbo que llevan los votantes en potencia.  

De paso, quienes han salido perdiendo en esta coyuntura política son las empresas encuestadoras que en algunos casos se han prestado a trabajar resultados a modo de sus patrocinadores, con lo que han logrado seguir restando confiabilidad.

Es decir, en nada contribuye el trabajo de medición que además cada vez resulta más difícil levantar porque la gente está harta y se niega a contestar, reacción que contribuye a  poner en el terreno de la duda los resultados que ofrecen.

Las precampañas terminan y de acuerdo al calendario político decidido desde el Instituto Nacional Electoral, ahora vienen las campañas.

Es decir, 20 semanas, 146 días con más de lo mismo y con tendencias que apuntan a ir al fondo de una ‘guerra política’ en la que nadie sale librado.

Y para usted y para mí vienen 27 millones de spots de partidos y contendientes que nuevamente en nada van a modificar las tendencias de los votantes que quieren participar y saben en qué forma lo van a hacer.

Con esto que no se entienda que me pronuncio por una estrategia de eliminación de las campañas. El juego político se tiene que hacer, con todo y lo caro que resulta para la nación.

Pero desde hoy nos guste o nos disguste, la culminación del proceso ya es la crónica de un final anunciado.