Las mejores intenciones del ya casi presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, pueden echarse por la borda con legisladores que carecen de oficio político, que ignoran nuestra historia, que no tienen sensibilidad ni política ni social, en fin, que siguen apegados a la adolescencia política, que los hace creer que están donde están para armar líos, para gritar, para hacerle al teatro, para humillar a los que perdieron, en una palabra, para hacer escándalo y salir en los medios, y desde luego cobrar como si de veras fueran legisladores.
Le hemos hablado aquí del dicho que reza que los políticos que se suben al ‘ladrillo’ del poder, si son inteligentes se marean, y si no lo son se vuelven locos.
En el Congreso del Estado y en el Congreso Federal hay muchos que ya están locos y que no se dan cuenta de su locura, pues no escuchan a nadie que les recomiende prudencia, seriedad, estudio para saber lo que están obligados a hacer y lo que no deben hacer.
Que ni siquiera saben lo que se dice afuera, entre los ciudadanos comunes y corrientes, muchos de los cuales se sienten decepcionados, tristes y preocupados porque el Poder Legislativo, en cualquier país democrático, tiene una gran responsabilidad y ellos (muchos de nuestros legisladores) parecen no saber nada de eso.
Necesitan hacer un gran esfuerzo de voluntad para salir de la etapa adolescente, donde parece que quieren estacionarse para no llegar a ser adultos mentales, que asuman el desempeño de sus obligaciones con responsabilidad, con seriedad, con patriotismo.
Varios de los actuales diputados y diputadas ya han desempeñado cargos públicos de gran responsabilidad, y su comportamiento, sin embargo, sigue siendo inmaduro lo que un psicólogo amigo nuestro lo atribuye a que ahora ya no tienen jefes, que no tienen quien les jale las riendas y que pueden hacer lo que se les venga en gana. Cuidado, hay una ciudadanía cada vez más alerta y participativa, y si esa ciudadanía se cansa del pésimo espectáculo que ahora están ofreciendo, la fiesta se les puede terminar antes de lo que ellos piensan.
Cada día se acerca más la fecha en que la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación deberá decidir si se anula la elección de gobernador del estado o si ratifica a la señora Alonso de Moreno Valle como gobernadora electa.
La inmensa mayoría de los opinantes consideran que habrá anulación, y sobre el posible gobernador interino, la mayor parte están a favor del licenciado Guillermo Pacheco Pulido, que tiene la mayor experiencia política, que es un jurista destacado autor de siete libros en materia jurídica, que ha sido dos veces presidente del Tribunal Superior de Justicia y está ya al margen de los partidos y de las intrigas políticas.
Su permanencia en la gubernatura interina duraría unos cuatro o seis meses, que le permitirían, nos dicen, reordenar los órganos de procuración e impartición de justicia que han obtenido pésimas calificaciones de los organismos encargados de evaluarlos a nivel nacional. La Fiscalía de Puebla fue ubicada en uno de los últimos lugares entre las 32 entidades del país. Eso ha sido un factor importante para que la delincuencia y la inseguridad en la entidad aumenten.
Todos los inicios son difíciles, y lo son más si esos inicios son de autoridades sean municipales, estatales o federales. Ayer se cumplió un mes del arribo de nuevas autoridades municipales en el estado de Puebla. Muchos alcaldes o presidentes municipales entraron con el pie izquierdo, cometiendo arbitrariedades, cometiendo atropellos contra sus regidores o contra la ciudadanía.
Otros se han empeñado en investigar anomalías en las administraciones que les antecedieron, y si no las han encontrado, pues las inventan, el caso es hacer creer a la gente que los anteriores fueron malos gobernantes, pero que han llegado los buenos, que como el ‘Chapulín Colorado’ va a arreglar todos los entuertos.
Bueno, eso ya es parte del folklor político mexicano, que parece ser universal, pues los que llegan al poder, pretenden que son los salvadores y que los malos ya se fueron.