En su 40 aniversario, el proyecto periodístico de CAMBIO ha entrado a la madurez del ‘chavorruco’. Una mezcla de vitalidad, nostalgia, enjundia y expectativas.
Bajo el cuidado de su fundador y en sus primeros años, don Gabriel Sánchez Andraca asumió la misión de abrir paso en una sociedad cerrada, con pocas opciones informativas, por lo que apostó por darle voz a opositores, disidentes y sobre todo, convertir a CAMBIO en una tribuna donde se ventilaban los conflictos de la Universidad Autónoma de Puebla.
Con el paso de los años, Fernando Alberto Crisanto llegó a este medio para aportar una textura periodística más política, convirtiendo a CAMBIO en una escuela por la que pasaron plumas que al día de hoy siguen con vigencia, influencia y fuerza. Además, llegó la hora del cambio tecnológico. Sin conflictos sociales de alto calibre, este rotativo ganó años y peso.
En 2004 llegué a este periódico acompañando a Mario Alberto Mejía. CAMBIO era todavía veinteañero y así actuó: como un joven impulsivo, arrebatado. Un caballo brioso, envalentonado, que no quiso ni pudo tolerar el agravio del escándalo Cacho. Se pagaron las consecuencias.
La factura fue liquidada con la salida de Mejía en 2007. Se había creado un estilo, había una generación de reporteros desafiantes al poder, pero el destino de la nave era incierto. Un mar bravo nos rodeaba.
En ese 2007 asumí la dirección editorial de CAMBIO y un año después, agobiado por la falta de recursos, de interlocución con el gobierno, Alberto Ventosa Coghlan nos entregó el periódico a Nacho Mier y a mí, e integramos como socios fundadores a don Gabriel Sánchez Andraca y a Jesús Rivera.
Aunque en todos estos años nos han colgado ‘san benitos’, que si este o este otro es el auténtico dueño, solamente estos cuatro nombres forman la Asamblea de Socios.
CAMBIO se convirtió en un medio de referencia para el círculo rojo, pero estábamos lejos de ser masivos. La expresión “el periódico político” cada vez me molestaba más, pues no entendía por qué debíamos tener una etiqueta que nos atara a cierto tipo de audiencia. Mi misión como director era hacer crecer nuestra audiencia en otras direcciones. No perder la esperanza de que un periódico todavía puede ser masivo.
Nuestra misión primera era darle viabilidad financiera a la empresa. Luego, dotarla de una infraestructura propia y tres, generar una estrategia de contenidos que, al mismo tiempo, reafirmara nuestra hegemonía en el círculo rojo, pero nos permitiera ganar lectores, audiencia, en otros mercados.
Sobrevino entonces también la vorágine del cambio tecnológico, de las redes sociales, la tendencia decadente de los medios impresos, los portales de internet y las redacciones digitales, la pérdida de anunciantes y, en resumen, la misma revolución del modelo de negocios que ataca a todos los medios de comunicación en el mundo.
Los retos fueron cumplidos con paciencia, con firmeza, sin perder nuestros valores periodísticos. Así como en 2006 dimos toda la cobertura a la persecución injusta contra una periodista, en 2014 reafirmamos esos valores al dar toda la cobertura y condena posible al asesinato de un menor en Chalchihuapan.
En 2015 iniciamos un nuevo proceso de regionalización, similar al de Crisanto, con una clara definición editorial: traer los conflictos políticos de la periferia al centro. Nuestra misión era dejar de minimizar lo que ocurría allá, y una de nuestras primeras coberturas fue bautizar al Triángulo Rojo como epicentro de ese nuevo fenómeno llamado huachicol.
Pero ya lo dijo Scherer: el periodismo es un oficio rudo por naturaleza, y hay que entender que el que pega, recibe siempre. En 2015 a mí me tocó recibirlo con el escándalo del ‘Tlacoyogate’, que generó una fuerte oleada, pero que visto al paso de los años nos permitió abrir nuevos mercados de audiencia que llegaron sólo por el morbo y curiosidad, lectores que ya no se fueron.
En 2012 el portal de noticias tuvo apenas un millón 500 mil visitas. Un año después subimos a 9.2 millones de visitas. En 2014 a 14 millones de visitas y en 2017 alcanzamos un pico de 27 millones de visitas. En 2018 culminaremos con esas mismas cifras.
Nuestra fórmula es clara. Somos periodistas que podemos equivocarnos, pero servimos a nuestros lectores y tenemos el coraje de buscar la verdad, de siempre tomar partido y de no ocultar nuestras posiciones.
A quien le gustemos así, que nos lea.
Y a quien no, pues que también nos lea.
¡Felicidades, CAMBIO, ya eres ‘chavorruco’!