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Jueves, 27 Diciembre 2018 02:31

Del berrinche de AMLO al magnicidio. ¿Cómo acabamos aquí?

Del berrinche de AMLO al magnicidio. ¿Cómo acabamos aquí? Escrito Por :   Arturo Rueda

Al final los libros de Historia consignarán la muerte sospechosa del principal líder opositor en los primeros días del sexenio de la 4T, como consignan la muerte de Carlos Madrazo, de Maquío, Luis Donaldo Colosio. En vez de eso, le echó más gasolina al fuego disparando sus adjetivos en contra de los familiares, amigos y colaboradores de la pareja. Insultó a los dolientes que, gran pecado, sólo gritaron su dolor.


 

En su día veintiséis sentado en la Silla del Águila, Andrés Manuel López Obrador todavía no entiende que ya no es parte, sino todo.

 

Es decir, que los mexicanos lo eligieron para ser Presidente de Todos los Mexicanos y de Todo México, y no solamente de una parte, los que simpaticen con sus ideas.

 

También gobierna a los que no simpatizan con su persona, sus ideas, sus acciones de gobierno y su proyecto de nación.  

 

Todos vivimos en el mismo país y todos merecemos el mismo respeto.

 

Si insiste en seguir asumiéndose como parte, va a terminar provocando una guerra civil cuyo primer capítulo se va a vivir en Puebla.

 

Y es que el tabasqueño no quita el pie del acelerador, ni siquiera con Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle muertos y cremados.

 

Se equivocó cuando descalificó el fallo del TEPJF, se negó a reconocer a Martha Erika Alonso como gobernadora, no le envió un representante a su toma de protesta —la mínima cortesía— y sacó a Rodrigo Abdala de las reuniones matutinas de seguridad.

 

Tras la muerte trágica, envió a su secretaria de Gobernación al entierro, no a la toma de protesta Y ella recibió la ira, enfrentó la catarsis de los dolientes encabronados por el maltrato que había sufrido la gobernadora a manos del gobierno federal.

 

Se esperaba que hoy por la mañana López Obrador ayudara a apagar el incendio, que tuviera más prudencia, porque es lo único que podía hacer.

 

Al final los libros de Historia consignarán la muerte sospechosa del principal líder opositor en los primeros días del sexenio de la 4T, como consignan la muerte de Carlos Madrazo, de Maquío, Luis Donaldo Colosio.

 

En vez de eso, le echó más gasolina al fuego disparando sus adjetivos en contra de los familiares, amigos y colaboradores de la pareja. Insultó a los dolientes que, gran pecado, sólo gritaron su dolor.

 

Conservadores, neofascistas, mezquinos, les llamó, nos llamó, en su rueda de prensa matutina.

 

Las críticas se dispararon inmediatamente desde todos los sectores, pues reconociendo que había un clima complicado en el funeral, se le olvidó que él, con sus palabras, creó ese clima complejo.

 

Y ya como jefe de Estado, no candidato, lo único coherente era no enviar a nadie al funeral, o hacerse presente él mismo para intentar un desagravio a una sociedad agraviada.

 

Aplausos no iba a recibir. ¿A poco los esperaba después de su actitud?

 

Total, a veintiséis días de sentarse en la Silla del Águila, una de las 32 entidades federativas, Puebla, luce incendiada.

 

Y él, veintiséis días después, carga con una acusación injusta de ser el autor de un magnicidio.

 

Tiene en sus manos una crisis política nacional que él mismo creó. Era dueño de su silencio, pero insiste en volverse en esclavo de sus palabras. Una vez lo hizo, ahora lo repite.

 

Expresión de magnicidio, por cierto, que acuñó Luis Miguel Barbosa en su carrusel mediático nacional de cara a la elección de gobernador que ya no será una segunda vuelta y la que se encuentra inhabilitado de participar al convertirse en el Manuel Camacho Solís de por aquí cerquita.

 

Si López Obrador no entiende en los próximos días que ya no es parte, sino todo, conducirá al país inevitablemente a una guerra civil porque nadie puede tolerar la cascada de calificativos e insultos que todos los días lanza a la mínima oportunidad.

 

Lejos de serenar, todos los días echa fuego a las distintas hogueras que tiene prendidas. Y si no fueran suficientes, él enciende más, como en el caso Puebla.

 

Del berrinche de no aceptar el fallo del TEPJF y no reconocer a Martha Erika como gobernadora, al magnicidio de una pareja de poder.

 

¿Cómo acabamos aquí?

 

Sólo López Obrador tiene la respuesta.

 

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