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Viernes, 28 Diciembre 2018 02:41

La vida sin Rafael Moreno Valle

La vida sin Rafael Moreno Valle Escrito Por :   Arturo Rueda

A lo largo de su carrera apostó por el apotegma de Maquiavelo. Para el Príncipe es mejor ser temido que querido. Sin embargo, a partir de 2014 cruzó una línea invisible que lo llevó a ser odiado por miles de los que gobernaba. Desarrolló un estilo despótico, autoritario, que lo condujo a la crisis de Chalchihuapan. Nada volvió a ser igual.


Si lo sabré yo. Una de las primeras tareas a autoimponerse para superar la partida de un ser querido es hacerse a la idea de cómo será la vida sin él o ella. Atravesar el primer impacto de la muerte, el funeral, la cremación o sepelio, y regresar a los espacios cotidianos que nunca volverán a ser llenados. Soportar la ausencia.

 

¿Cómo será la vida de Puebla sin Rafael Moreno Valle?

 

No hablo en términos personales, pues para sus seres queridos, amigos y colaboradores solamente el tiempo es la cura.

 

Tampoco hablo para sus malquerientes: lo odiaron en vida y lo seguirán odiando en muerte. La única recomendación posible es checarse la azotea con un especialista.

 

Lo cierto es que nadie nunca permaneció impasible ante su figura. Su pecado fue nunca dejar de escalar y elevarse sobre una pila de cadáveres políticos formada tanto por los derrotados, como por los que no dieron el ancho para formar parte de su equipo de trabajo más cercano. Así se explica la legión de resentidos que se expresa con alegría en las redes sociales.

 

En realidad, la pregunta de cómo será la vida en Puebla sin Rafael Moreno Valle quiero hacerla en términos politológicos, pues es indudable que desde que regresó a la entidad en 1999 como secretario de Finanzas y Administración de Melquiades Morales se convirtió en la principal fuerza motriz del sistema político poblano.

 

 

En todas las decisiones, en todas las batallas, en todos los cruces de caminos, su mano firme se sintió.

 

En 2004 truncó la sucesión de Melquiades Morales al pactar con Mario Marín para impedir la nominación de Germán Sierra Sánchez.

 

En 2006, de la mano de Elba Esther Gordillo, con quien había trabado relación a su paso por San Lázaro, dejó al PRI y se fue al PAN para consumar una hazaña electoral inmensa, derrotar a Melquiades Morales en la batalla por el Senado. Su ex mentor fue el primer cadáver de peso que apiló para subir.

 

Su gran aventura fue en 2010 cuando, acompañado por su entonces estratega y después odiador profesional, Fernando Manzanilla, derrotaron a la maquinaria electoral de Mario Marín.

 

Su primer gran objetivo se había cumplido: convertirse en gobernador del estado e, inmediatamente, se trazó otro: aspirar a la Presidencia de la República en 2018, lo que pasaba por armar un proyecto transexenal que diseñó a partir de la minigubernatura.

 

Hasta entonces, Moreno Valle encajaba en el arquetipo de Héroe: era el Perseo que había cortado las mil cabezas de la hidra marinista.

 

Conforme el brebaje del poder le fue haciendo efecto, se acentuaron los mejores y peores rasgos de su personalidad política, erigido ya en la fuerza primaria motriz del sistema político local.

 

A diferencia de los hombres de poder anteriores a él, combinaba un conocimiento regional del estado con una capacidad operativa en los círculos políticos nacionales. Lo mismo sabía el movimiento y la pelea de grupos en Chichiquila, como el reacomodo de fuerzas en el Senado o los movimientos tras bambalinas en Los Pinos.

 

Dice Cabalán Macari, probablemente su mejor amigo, que Rafael podía haber escogido la vida que quisiera, pues pudo quedarse como banquero o asesor financiero en NY, pero prefirió regresar a su estado, a su país, para dedicarse a la política pese a la desaprobación de su papá. La fuerza gravitacional del abuelo era demasiada.

 

A Moreno Valle le pasó la profecía del Joker: o mueres siendo héroe o vives lo suficiente para convertirte en villano.

 

A lo largo de su carrera apostó por el apotegma de Maquiavelo. Para el Príncipe es mejor ser temido que querido. Sin embargo, a partir de 2014 cruzó una línea invisible que lo llevó a ser odiado por miles de los que gobernaba. Desarrolló un estilo despótico, autoritario, que lo condujo a la crisis de Chalchihuapan. Nada volvió a ser igual.

 

Solamente el carisma invencible de Tony Gali permitió ganar la minigubernatura en 2016 cuando previamente ya había arrancado el proyecto de llevar a Martha Erika a Casa Puebla en 2018 desdeñando tanto a otros integrantes de su grupo político, como a otros actores del PAN.

 

Para entonces ya se había convertido en un actor nacional, cumpliendo el objetivo de asaltar la candidatura presidencial. Perdió la carrera a manos de Ricardo Anaya, la única derrota sonora de su carrera, pero la intercambió por una senaduría plurinominal y la candidatura de Martha Erika.

 

Ya como senador inició su último desafío: retar al Águila en los primeros días de su mandato presidencial.

 

No duró un mes en su reto.

 

Ahora, nosotros, el sistema político poblano, tendrá que vivir sin él. Reorganizarse.

 

No es pecado ni herejía, sino parte del proceso de duelo delimitado por Elizabeth Kübler Ross: pasar de la negación a la aceptación.

 

Moreno Valle se fue y ese hecho provocará una reconfiguración del sistema político en sus fuerzas motrices, liderazgos y clase política.

 

En términos simples, se acabó una época, pues podrá hablarse antes de Moreno Valle y después de Moreno Valle.

 

Algún politólogo tendrá que escribir esa historia en los días por venir, recordando que ni el más sabio conoce todos los finales, como dice Gandalf El Mago.

 

*** Para los que puedan, Feliz Año 2019.

 

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