En el PRI poblano ganas no faltan, pero Enrique Doger carga con dos fardos que le impiden crecer en las encuestas pese a la aceptación de su discurso crítico contra el morenovallismo. El fardo de arriba es José Antonio Meade, a quien su curva de aprendizaje como precandidato le costó acomodarse en el tercer lugar de la carrera presidencial. El fardo de abajo es Memo Deloya, candidato a la alcaldía, que de joven promesa pasó a ‘petardazo’ y puede quedar cuarto si Víctor Gabriel Chedraui le ‘mete pila’.

 

Nadie sabe qué le pasa al ex dirigente del Icadep quien peleó la candidatura a la alcaldía con ahínco, pero ya que se la dieron desapareció del mapa político y da puros pasos en falso. Desde nombrar fallidamente a Víctor Díaz Palacios como coordinador de campaña ‒le renunció días después‒ a desaparecer en los 11 días de precampaña. No realizó concentraciones con la militancia, ni ocupó espacios en medios ni grabó spots. Nadie sabe qué ha hecho la ex joven promesa.

 

O nadie sabía. Por sus redes sociales ahora sabemos que mantiene minimítines a los que máximo acuden 13 personas. Reuniones publicitadas en las propias redes sociales del candidato priista, donde se observa a una audiencia que además de raquítica luce desinteresada, aburrida y hastiada.

 

CAMBIO publicó que la campaña de Deloya no levanta. Que a sus mítines sólo acuden 13 personas. Y acompañó con las fotografías que su propio equipo sube a sus redes sociales. La publicación de esa nota encolerizó al candidato y lo hizo evidenciar su piel delgada. Al reclamo privado vía WhatsApp desde primera hora de la mañana le siguió la descalificación masiva a la nota por parte de su red digital de apoyo.

 

El ‘berrinchazo’ de Deloya no acabó ahí: irrumpió fúrico en el estudio de #JuegoDeTroles ‒donde varias veces acudió como invitado‒ para protagonizar una escenita en live digna de Ana Bárbara contra Daniel Bisogno. Encolerizado, entró a cuadro para sugerir que yo tenía aliento alcohólico, a fin de acusar mi gira con el alcalde Luis Banck en La Margarita ‒algo que yo mismo platiqué en este espacio y publiqué en mi cuenta de Twitter‒ y que si bien no era partidario de la violencia, la cuestión podía arreglarse en un ring porque él ejercita box.

 

No es broma ni invención: todo quedó grabado en vivo.

 

Vaya piel delgada de la joven promesa tricolor a quien los nervios de su primera campaña le pasan factura. Con la quijada desencajada, la cosa pudo terminar mal ‒golpes, insultos, mentadas de madre‒ pero mis compañeros Troles aligeraron la situación. Por mi parte, le reiteré la amistad que nos une desde hace años, pero que eso no era impedimento para criticar lo que hasta ahora luce como una pésima campaña.

 

Deloya no pelea ni contra Diario CAMBIO ni contra Arturo Rueda, sino contra el excelente posicionamiento de Eduardo Rivera quien ya fue alcalde, terminó bien calificado y soportó la embestida del morenovallismo. Por esos tres hechos el panista luce a años luz en las encuestas de la batalla por la alcaldía. Es el favorito, y no en balde el morenovallismo lo adoptó como candidato pese a la ofensiva que le lanzaron.

 

La victoria de Martha Erika se sostiene en la victoria de Lalo Rivera. Y Doger no será competitivo si Deloya no amenaza el triunfo del panista con una buena estrategia, que por supuesto, no incluye irrumpir desencajado en programas ni retar a rings a periodistas.

 

La crítica periodística, de la más decente a la más mordaz, hace sacar lo peor de sí a los candidatos. En apariencia tolerante a la crítica, educado con doctorado, ex funcionario del CEN tricolor y funcionario federal, Deloya dio a conocer al peor autoritario que vive en él. Y si así es como candidato, cómo sería si ganara la presidencia municipal.

 

Es triste, pero la joven promesa del tricolor es más de lo mismo, incluso con actitudes peores que las de los dinosaurios. Ni hablar, Doger: con ese fardo te tocó cargar.