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Miércoles, 25 Abril 2018 02:05

El problema no es AMLO, sino la realidad violenta

El problema no es AMLO, sino la realidad violenta Escrito Por :   Arturo Rueda

López Obrador es el único candidato, por no decir el único político, que le habla a los mexicanos de los problemas reales que enfrentan en su vida diaria. Quien no ha ido a sus mítines, quien no ha visto los aplausos atronadores, la devoción, no puede entenderlo.


En México ya no hay razones para morir. Basta simplemente estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado, con la persona equivocada, para morir violentamente. La causa es cualquiera, el cómo puede ser desde la ortodoxia del balazo, a la brutalidad del linchamiento, a lo terrorífico de la disolución en ácido.

 

Todos los protagonistas de la violencia se equivocan. Lo hacen los narcos, el crimen organizado, cuando ‘levantan’ y matan al que no era. Se equivocan las fuerzas armadas, la Marina, como ocurrió con la familia de Tamaulipas a la que balearon desde un helicóptero. Se equivoca el pueblo cuando lincha y mata al personaje equivocado, al que no era ladrón, como le pasó al consejero electoral de Ciudad Serdán hace unos días.

 

El paisaje nacional, ahora también de Puebla, es de una violencia brutal, tanto que ya ni siquiera las cifras de homicidios dolosos, robos violentos, extorsiones, alcanzan a reflejarlo. Las estadísticas de la incidencia delictiva sólo normalizan esa brutalidad: cada mes, cada año, es más violento que el anterior. Cada nuevo mes se rompe récord.

 

Distraídos en el debate presidencial, en sí ‘Pollito’ Anaya ganó, AMLO resistió, Meade por fin exhibió riquezas del tabasqueño, la habilidad disminuida de Margarita para hablar, el folclor de ‘El Bronco’, la noticia de los tres jóvenes estudiantes de cine ‘pozoleados’ en Jalisco, disueltos en ácido, todo sin una razón, nos devolvió de golpe a la realidad.

 

Frente a esa brutalidad, a esa violencia sin sentido, a esa maquina de matar mexicanos que son los mexicanos, todo lo que ocurre alrededor de los políticos suena a palabrería, a vacuidad, a performance. Todo, menos en uno: Andrés Manuel López Obrador.

 

Encuentro que muchos se sorprenden, cuestionan e indignan de por qué el tabasqueño sigue tan arriba en las encuestas y nada lo baja, ni siquiera su desempeño mediocre, a la defensiva en el debate.

 

Aventuro una respuesta: López Obrador es el único candidato, por no decir el único político, que le habla a los mexicanos de los problemas reales que enfrentan en su vida diaria. Quien no ha ido a sus mítines, quien no ha visto los aplausos atronadores, la devoción, no puede entenderlo.

 

Salvo López Obrador, ningún presidenciable habla de la corrupción porque todos son beneficiarios —Anaya— o cómplices —Meade—.

 

Salvo López Obrador, ningún presidenciable habla de los ‘gasolinazos’, unos porque los aprobaron —Anaya— y otros porque los instrumentaron o diseñaron —Meade—.

 

Salvo López Obrador, ningún presidenciable habla de la pobreza, unos porque son privilegiados de nacimiento —Meade papá fue alto funcionario federal y diputado tricolor— y otros la rebasaron por la derecha —como Anaya con su familia en el extranjero—.

 

Salvo López Obrador, ningún presidenciable recorre el país para realizar mítines a cielo abierto, porque Anaya y Meade se sienten más cómodos en reuniones privadas con empresarios, banqueros. No comparten, o no desean compartir la realidad en la que millones de mexicanos estamos atrapados.

 

Puede ser cierta la actitud de apatía, desgano, hartazgo, con la que López Obrador se presentó al debate, pero es explicable. Mientras él recorre la geografía de la realidad, ese debate fue una pérdida de tiempo por el vertedero de mentiras que manejaron sus rivales y 48 horas después se han derrumbado. Para qué perder más tiempo con mentirosos, para qué despedirse de ellos.

 

Meade habló de tres departamentos que el tabasqueño no había reportado en su 3de3 y luego los redujo a dos. Con documentos, López Obrador demostró que transmitió jurídicamente el 50 por ciento que le correspondía de esas propiedades, y el otro 50 por ciento que correspondía a su esposa que falleció permanece en juicio testamentario, por lo que la propiedad no se ha consolidado en el Registro Público de la Propiedad.

 

El candidato tricolor hizo el ridículo, mayor por ser abogado: la trasmisión de derechos ya se hizo mediante donación ante notario y en escritura pública. ¿Cómo va a regalar los departamentos que ya no son suyos?

 

Anaya es un mentiroso contumaz, con mayor sofisticación. Reinventa la historia de países como El Salvador y Colombia con los efectos de procesos políticos similares a la amnistía, pero que están lejos de serlo.

 

El portal Verificado.mx desmintió lo del alza de secuestros, y una segunda revisión demostró que los dichos eran ciertos si se torcía la estadística de forma muy profesional.

 

Anaya y Meade viven una realidad artificial, la del privilegio, lejanísima a la de millones de mexicanos.

 

López Obrador es el único presidenciable que hace esfuerzos por acercarse a ella, a la realidad real de la violencia. El único que pide abrir un camino diferente para apaciguarla.

 

Eso explica que ni el debate ni el posdebate le tumbaran un cabello.

 

 

 

 

 

 

 

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