Jueves, 25 de Abril del 2024

Perfil: un albañil y estudiante de Derecho, los linchados de Acatlán

Viernes, 31 Agosto 2018 02:54
Perfil: un albañil y estudiante de Derecho, los linchados de Acatlán

Acudieron a la inspectoría a buscar trabajo, pero ya no regresaron a su casa. El día en que las llamas consumieron su cuerpo hasta dejarlo sin vida, Ricardo Flores escribió en su perfil de Facebook: La vida es una ruleta todos tienen que apostarle

Carlos Rocha

@rochapress



Un albañil y un estudiante de Derecho fueron las dos personas que quemaron vivas en la plaza pública de Acatlán de Osorio. Se trata de Alberto Flores, de 53 años de edad y Ricardo Flores, de 22, quienes, además de compartir lazos consanguíneos, tenían una inusitada amistad que fortalecían con su gusto por el alcohol.


El joven cursaba su licenciatura en la Universidad Veracruzana campus Xalapa, donde era mantenido en la capital jarocha por sus padres, que trabajan en Nueva York, Estados Unidos. Debido a que aún se encontraba de vacaciones, el aspirante a abogado estaba en su pueblo, Acatlán, y el que fue el último día de su vida lo pasó con su tío.


Ambos acudieron a la inspectoría de San Vicente Boquerón a buscar trabajo y al mismo tiempo a recolectar materiales de construcción para levantar una barda en la casa de la madre de Alberto y tía abuela de Ricardo.


El joven gustaba del hip hop mexicano, usaba gorras con viseras rectas y tenis de bota. Así lo recordaron su hermano y su primo este jueves durante su velorio, mientras tocaban su música favorita.


Paradójicamente, el día en que las llamas consumieron su cuerpo hasta dejarlo sin vida Ricardo Flores escribió en su perfil de Facebook: “La vida es una ruleta todos tienen que apostarle”.


Debajo de su última publicación se desató una cascada de mensajes de despedida, entre los que coinciden en que era un joven con un futuro prometedor y castigan la barbarie del pueblo.


Por su parte, Alberto Flores era un hombre en plenitud.


Era jefe de una familia de cuatro mujeres: su esposa y tres hijas, aunque sólo una hija era suya, pues las dos mayores nada más eran de su pareja; no obstante, ella misma reconoce que las trataba a todas por igual.


A Alberto lo describen como un hombre trabajador, sus deudos aseguran que ‘le entraba’ a todo, desde el trabajo de campo hasta la albañilería.


Era común, dijeron, verlo en su camioneta recorriendo las comunidades y ofreciendo sus servicios de ‘chalán’; es por eso que traía en su vehículo una pala, un pico y una cadena, herramientas por las que la turba que acabó con su vida intentó culparlo de ‘robachicos’.


La cadena, aclaró su mamá, la utilizaba cuando algún vehículo se atoraba en un río o en la yunta, él acudía al llamado para remolcarlo y/o hacer el servicio de grúa.


Su último día de vida lo pasó justo como lo describieron sus familiares: buscando trabajo. Al no encontrar, disfrutó de una cerveza con su sobrino.


Es por eso que pese a todo, los hombres de la familia saben que al menos estuvieron felices hasta un poco antes del final de su vida, cuando inició el escarmiento.