Desde que el escritor enfrentó la violencia en un acto que marcó su vida, tomó como suya la lucha de las víctimas de esta guerra; de las madres que buscan a sus hijos en fosas clandestinas; de los hijos que quedaron en la orfandad porque sus padres estaban en el lugar y hora equivocados; de quienes tienen que abandonar sus poblaciones porque los criminales arrasan con regiones enteras.
En el inicio de su lucha Javier Sicilia contó con el apoyo de diferentes voces y el respaldo de no pocos protagonistas de la vida nacional. Pero ahora vemos que muchos de ellos solo buscaban el lucro político, un mezquino partidismo.
Cuando Sicilia marchó contra la falsa estrategia de Felipe Calderón y pidió la renuncia de Genaro García Luna, entonces muchas voces de la izquierda dogmática y aún de la pragmática lo siguieron y replicaron sus palabras. En el periodo de Peña Nieto cuando el poeta subrayó que la falsa guerra se prolongaba por otro sexenio más, todas esas voces de la izquierda suscribieron y difundieron sus afirmaciones.
Pero ahora que Sicilia señala la ausencia de una verdadera estrategia para pacificar el país y advierte sobre la necesidad de un urgente viraje, entonces todas esas voces que lo siguieron en los sexenios fallidos, hoy pretenden desacreditarlo, minimizarlo, menoscabarlo.
Ahora ‘cuestionan el apartidismo’ del activista, cuando esa ausencia de filiaciones ya quedó demostrada durante un sexenio panista y otro priista.
Jamás podrán poner en duda la integridad moral de Javier Sicilia quien nunca ha sido vehículo de algún partido político o grupo fáctico.
Sicilia volverá a marchar llevando en su mirada el dolor de las víctimas de la violencia que azota al país. Y pese a los esfuerzos desesperados de sus nuevos críticos el poeta caminará llevando el estandarte de la Verdad, así con mayúscula.
Nadie podrá manchar su integridad moral, ni el profundo humanismo de su causa. Javier es la voz de quien quedaron mudos por el dolor.
En horas recientes, en una declaración desafortunada el presidente López Obrador señaló que no recibirá a los integrantes de la marcha: ‘Pueden entrar a Palacio Nacional, pueden ser recibidos, pero no los voy a recibir, los va a recibir el gabinete de seguridad, para no hacer un show, un espectáculo. No me gusta ese manejo propagandístico…’
No tuvo que esperar mucho, pocos minutos después Sicilia le respondió: ‘“Es lamentable, el presidente no está entendiendo, no puede decir que las víctimas son un show, que la sangre de este país es un show, que los 40 mil asesinados en lo que va de su sexenio, y los 5 mil y pico de desaparecidos son un show, que la necesidad de una política de Estado en materia de verdad, justicia y paz sea un show”.
La efervescencia no es favorable para la política presidencial. Las palabras de Sicilia están llenas de Verdad y por ello retumban desde Ciudad Juárez hasta Playa del Carmen.
El desaire, el desdén a un grupo que representa a las víctimas de la violencia tendrá un enorme costo -no político-, sino histórico.
Como requisito indispensable el presidente López Obrador debe aceptar que su sexenio no será recordado por Santa Lucía, ni por Dos Bocas, sino por la estrategia que emprenda para pacificar al país. Mientras el río de sangre continúe, no habrá programas sociales que puedan paliar la indignación nacional.
La marcha de Sicilia y LeBarón es una gran oportunidad para que el gobierno federal reinvente todo su enfoque de Seguridad Pública.
El crimen organizado solo pudo crecer con la complacencia de funcionarios federales y gobernadores corruptos, vendidos a los cárteles.
Los García Luna, los Facundo Rosas, los Fidel Herrera, Duarte de Ochoa, los Baeza Terrazas, los Moreira cohabitaron, durmieron en la misma alcoba de los criminales; les permitieron actuar a sus anchas; cerraron los ojos ante los muertos y los desaparecidos que dejaron en sus estados.
Y eso sucedió porque había dos grandes criminales despachando desde la residencia oficial de Los Pinos. Hoy ya quedó demostrado quién era el jefe policiaco de Calderón, el mismo que recibió pagos millonarios desde Bucareli en el sexenio de Peña Nieto.
Toda la pirámide política del país estuvo corrompida, putrefacta.
Si el presidente López Obrador en realidad quiere pacificar al país tiene que empezar por enfrentar al cártel más peligroso de todos, al más poderoso: la narcopolítica; a esos altos funcionarios federales y gobernadores que se prostituyeron ante el dinero de los capos.
Pero mientras no se tomen acciones contundentes, reales y efectivas, la violencia no cesará.
Javier Sicilia y la familia LeBarón no son el problema. La verdadera raíz de esta catástrofe humanitaria es el maridaje entre políticos y criminales. Esa componenda llevó al país a lo que Cúpula ha llamado el Holocausto Mexicano.
En varias ocasiones hemos visto al mandatario López Obrador rectificar el rumbo. Ojalá esta sea una de esas oportunidades.
La historia lo está esperando, señor presidente.
Como siempre quedo a sus órdenes en Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.