No tengo cifras exactas, tal vez ni siquiera hay mediciones recientes sobre la creciente cifra de delitos cometidos en la Ciudad de Puebla y claro, en todo el Estado.
Lo que sí sé, es que si hoy a mí como a miles de poblanos nos preguntaran ¿cómo nos sentimos? diríamos que no nos sentimos a salvo.
Ayer por la tarde, a través de diferentes medios comenzó a circular una nota acerca del homicidio de un hombre a plena luz del día a unas cuantas cuadras de Plaza Dorada donde cientos de personas transitan diariamente y cualquiera pudo haber sido víctima.
Más tarde, me enteré que se trataba de Don Alfredo Colimoro, un hombre de familia, de bien, querido por muchos y papá de dos entrañables y queridas amigas mías.
Gracias a la valentía de personas que observaron los hechos, los delincuentes y presuntos secuestradores fueron perseguidos hasta que los detuvieron.
Pocas veces se tiene la suerte de estar rodeado de ciudadanos sin miedo y con las ganas de ayudar a que estos hechos no queden impunes.
¿Acaso es nuestra única opción?
¿Acaso debemos los ciudadanos hacer el trabajo de las autoridades?
No es la única tragedia que pasa en Puebla y lamentablemente no creo que sea la última.
Diariamente somos testigos del aumento de la inseguridad en la ciudad y las pocas ganas de la alcaldesa Claudia Rivera por tener un plan para combatir a la delincuencia.
¿Cuántas víctimas más necesita la presidenta municipal para hacer algo y no minimizar el problema?
¿Hasta cuándo?