De que no se trata de un fenómeno exclusivo de Puebla, lo tenemos claro.
De que a nadie le conviene que se descomponga el ambiente, es un hecho.
Pero de que todos contribuimos a que las cosas se compliquen, es algo indiscutible, y acelerado por las redes sociales que “todo lo manosean”.
Los hechos del pasado domingo en que salieron a las calles las feministas a reclamar la legalización del aborto y los conservadores a resguardar los templos del Centro Histórico y a rezar por la vida puede representar una alerta de que los ánimos se comienzan a calentar una vez más y que los poblanos no superamos el riesgo de una nueva polarización.
Este fenómeno debe preocupar y ocupar a las autoridades que apenas comienzan a salir de una polarización por el tema político y ya se apilan otros problemas que corren el riesgo de repetir capítulos de la historia desestabilizada que le costó progreso, desarrollo y avance a Puebla.
Nadie es dueño de la verdad.
Cada quien tiene su verdad, sus convicciones y sus valores que son universales.
Pero lo cierto es que hoy desde las redes se alienta el enfrentamiento y los incautos insatisfechos y burlados después de tantas promesas incumplidas, hoy aguardan dispuestos a contribuir para que se reviente el orden.
¿A que le tiramos?
Hay que entender que en una sociedad plural, incluyente, hay espacio para todos.
Pero todos deben ser respetuosos de quienes no coinciden con su forma de ver las cosas.
Con esta máxima de respeto las cosas pueden ser diferentes y todos podemos cohabitar.
Sacar los rosarios y ponerlos como escudos, no cambia el rumbo de las cosas, como tampoco escenas de desorden con mujeres encueradas escondidas bajo una máscara todas pinturrachadas.
Con sus actitudes unos a otras intentaron retarse. Afortunadamente ni unos ni otras cayeron en la provocación. Pero las escenas del caso llevaron a los mayores a recordar las pasiones que se desbordaron hace medio siglo igual, entre conservadores y progresistas, fenómeno que le costó 20 años de inestabilidad a Puebla.
Y eso, ¡no se vale!
