Esto es resultado de muchos factores, no de uno solo ni de una sola persona, hay que entender que nuestro país se encuentra secuestrado por la delincuencia que a cualquier hora y en cualquier parte cometen robos y hasta asesinan por arrebatar un teléfono celular.
En el caso de Puebla, a diario hay asaltos a camiones urbanos en los que viajan gente sencilla y modesta, adultos mayores, menores de edad, estudiantes con unos cuantos pesos en el bolso.
Las tiendas de conveniencia y farmacias ahora se han convertido en el blanco de las bandas de atracadores, sufren junto con sus clientes de cuatro a cinco robos diarios.
Sale usted a la calle y los que somos creyentes repitiendo todas las oraciones pidiendo protección a la corte celestial para no ser una de las víctimas de la jornada, ni en robo ni mucho menos en un asesinato.
Y le recuerdo que ahora ya hasta resulta peligroso ir a comer a un restaurante, lo mismo a un económico o una taquería que uno de mayor categoría, porque de ésta ¡nadie se salva! Todos llevan dinero, celular, reloj y una que otra alhajita.
Pero el estrés no termina cuando está de regreso a su hogar, de camino vuelve usted a pedir que todo esté bien, que en su ausencia no se hayan metido a robar, y más si hay gente, que no le hayan hecho daño.
Ante ésta inseguridad ahora los banqueros conjuntamente con el gobierno tratan de convencernos de que gastemos pero que ya no llevemos dinero en efectivo, en su lugar nos hablan de la conveniencia y la bondad del sistema del dinero de plástico, por lo que alientan el aprovechamiento de los sistemas que hoy podemos manejar a través de nuestro teléfono celular que “se asegura” resulta lo más efectivo hoy en día para proteger nuestro dinero, soslayando que cuando te convierten en víctima del delito te exigen a golpes y amenazándote con un arma, el número de tu cuenta para retirar el efectivo.
Lamentablemente los encargados de la seguridad del estado no responden a estas emergencias como la víctima quisiera.
Y todavía más, lejos de dar una respuesta satisfactoria, no pierden la oportunidad de buscar culpable por los alcances de la delincuencia, la achacan a los de atrás.
Ahora con el caso Culiacán indirectamente nos muestran y demuestran que son ineptos omisos e irresponsables y llegamos a la conclusión de que también son tan malos como los que investigaron Ayotzinapa y otros casos de largo alcance.
Estamos en un territorio desgarrado y desilusionado aunque se diga en algunas encuestas que hay aceptación al capitán de nuestro país que se la pasa diciendo en todos los foros y en todos los tonos que “estamos rete que bien” que el país sigue adelante.
Pero ¿en qué condiciones?
¿Con qué saldo?
¿Con que expectativas?