Total que la inseguridad la vivimos por igual hombres y mujeres.
La violencia igual en cualquier medio sobre todo estos días en que las asechanzas del desempleo, los recortes, están latentes tanto en el empleo gubernamental como en el privado, el nerviosismo se apodera de los más y el ambiente se vuelve proclive para infestarlo en la lucha por la sobrevivencia.
Nos remitimos al origen del fenómeno y todo es producto de la crisis de una economía en recesión como hoy la sortean la totalidad de los países, no sólo los neoliberales.
Y es que cada vez somos más, y el crecimiento de la economía es nulo. Tenemos lo mismo y menos para más, fenómeno que desencadena nerviosismo, inseguridad y enferma todos los ambientes: el laboral, el familiar y el social.
Lo obligado hoy es el esfuerzo, la perseverancia, la entrega, la lealtad y la congruencia o no salimos adelante.
Y para esto lo que sobran son tantos discursos y lo que urge son acciones contundentes y el compromiso de unos con otros para salir adelante y en orden.
Saneados los ambientes, el fenómeno de la violencia se irá combatiendo porque son más los buenos y solidarios.
El planteamiento podría parecer iluso e ingenuo, pero en el terreno de los hechos funciona porque nadie quiere seguir en el bache y todos aspiramos a avanzar y mejorar. Y la recomposición comienza desde lo interno, la primera persona, la familia, la comunidad en la que nos desenvolvemos, la ciudad en la que habitamos, el país que todos queremos que cambie para mejorar todos.
Y esto es posible con acciones, sin tantos discursos con la solidaridad y el compromiso de cada uno para multiplicar y fortalecernos todos.
Sí es posible.
Hay que comenzar.