Y eso... ¡da pena!
Y todavía peor, ¡cala!
A unos cuántos pasos de la catedral, las calles que fueron adoquinadas ya lucen horribles: hoyos que además se convierten en peligrosa trampa para los despistados y damas con zapatillas y plataformas.
Infinidad de banquetas destrozadas además de sucias.
Por si fuera poco, la incapacidad de una operación política nos ofrece la peor estampa en la planta baja del palacio municipal con el campamento de trabajadores disidentes que encontraron la forma de molestar, no a la alcaldesa, sino a los poblanos.
Aunque estamos de acuerdo en que debemos respetar el legítimo derecho a la protesta cuando a la persona se le vulneran sus derechos.
Pero eso sí, hay de formas a formas.
¿Cuál puede ser el futuro de una señorial ciudad en estas condiciones?
Qué pena que después de más de tres décadas de intenso trabajo para cuidar y recuperar el señorío de esta ciudad, patrimonio de la humanidad, hoy en unos cuántos días retroceda al parecer por indolencia e incapacidad.
Y que conste que la alternancia entre gobiernos municipales, emanados tanto del PRI como del PAN, fue sumando su mejor esfuerzo en favor de un proyecto para coronar a nuestro centro histórico como el más hermoso y mejor preservadodel circuito de ciudades del mismo rango en México.
Hoy todo ha cambiado y se nos ha caído.
Hasta el orgullo.
Los poblanos nos sentimos decepcionados, defraudados y vulnerados en nuestros derechos. Que quede claro, una ciudad como Puebla es orgullo de muchas generaciones que aquí han vivido.
Muchos ya partieron, pero su espíritu y la alegría de su poblanidad circulan en forma espiritual por cada una de sus calles que ha sido escenario natural de infinidad de historias.
¿Qué tendrá que pasar para que recuperemos el señorío y la grandeza de nuestra capital?
Muy sencillo.
Que todos y de acuerdo con nuestras autoridades la amemos, la cuidemos y protejamos de unos cuantos que con ignorancia y mala fe la quieren nuevamente en ruinas.