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Martes, 02 Abril 2019 03:31

Ante el suicidio de Vega Gil: las feministas ya tienen su muertito

Ante el suicidio de Vega Gil: las feministas ya tienen su muertito Escrito Por :   Arturo Rueda

Las impulsoras dicen que el anonimato es válido porque el solo hecho de denunciar es un acto de valentía. Lo dudo mucho, pues en la mayoría de los casos se entremezclan relaciones tóxicas, amores mal pagados, con otros casos de auténtico acoso laboral, de tipos que se aprovechan de la jerarquía. La verdad terrible se confunde con el libelo, la difamación.


 

El suicidio del músico, escritor y hombre de talento Armando Vega Gil provocó ayer el peor día de la Historia en Twitter, demostrando que las redes sociales son una máquina de odio imparable. Ahí, todos somos candidatos a morir desollados, a la peor desgracia para nuestras familias.

 

Los implacables, los moralmente superiores, los poseedores de la Verdad Absoluta, los ejecutores de la Nueva Inquisición, nos tienen en sus manos y poco podemos hacer para defendernos.

 

A Vega Gil no lo conocí personalmente, pero fui admirador de su vasta creatividad como músico, por su ironía en ese gran dueto con otro genio, Fernando Rivera Calderón, en ‘El Palomazo Informativo’ de El Hueso, programa de W Radio. Me entero apenas de su pasado como bajista de Botellita de Jerez. El tipo era genial, aunque nunca supe nada de su vida privada.

 

Esa genialidad se agotó ayer. Decidió suicidarse bajo el peso de la acusación anónima de haber violado a una menor de 13 años. Señalamiento en el marco del movimiento #MeToo, muy festejado por los simpatizantes de la ideología feminista, en donde a través de cuentas de Twitter se denuncian casos de acoso, violencia sexual y frustraciones amorosas de personajes relevantes de la vida pública, sean escritores, periodistas, músicos, como en el caso de Vega Gil.

 

Algunas de esas denuncias llevan nombre y apellido, lo cual requiere mucho valor y se celebra, pero la mayoría son casos anónimos, aunque las propagandistas del #MeToo dicen contar con protocolos para asegurar la existencia de las denunciantes y que, en efecto, haya ocurrido lo que dicen que ocurrió.

 

Sin embargo, en esos casos anónimos, queda el tufo de venganza, de linchamiento, de cacería de brujas, donde los señalados en automático son culpables sin garantía de audiencia, sin posibilidad de defenderse, quemados en el tribunal mediático. La total destrucción del sistema jurídico. Un tribunal digno de la Inquisición. Modernas Torquemadas.

 

Las impulsoras dicen que el anonimato es válido porque el solo hecho de denunciar es un acto de valentía. Lo dudo mucho, pues en la mayoría de los casos se entremezclan relaciones tóxicas, amores mal pagados, con otros casos de auténtico acoso laboral, de tipos que se aprovechan de la jerarquía. La verdad terrible se confunde con el libelo, la difamación.

 

No hay personaje relevante de la vida pública que esté enfrentando esta cacería de prestigios, unos con bases fundadas, otras infundadas.

 

Las defensoras de estas denuncias anónimas afirman que es un acto de justicia, de visibilización de los comportamientos machistas, que se requiere mucho valor para luchar contra el sistema patriarcal, que las denuncias formales ante autoridades no terminan en nada, que sólo se revictimiza a las víctimas, que se acabó la opresión y que muera el patriarcado.

 

Ante las denuncias fundadas, es decir, no anónimas y con testimonios comprobables, varios medios de comunicación han reaccionado positivamente despidiendo a los periodistas señalados. En otras cosas, como el del activista Leopoldo Maldonado, debieron dar un paso atrás ante la falsedad del libelo. Y otro caso paradigmático, el del activista Jesús Robles Maloof, hoy subsecretario de la Función Pública, era evidente que se trataba de un amor tóxico, patológico, pero no un abuso.

 

Pero Armando Vega Gil fue implicado en una denuncia de abuso sexual a una menor de 13 años, lo que también lo hace pederasta. En su terrible carta de despedida, afirma que su prestigio había sido arruinado, que iba a ser lapidado sin defensa pese a que no hubiera pruebas. Tomó una decisión fatal, no como señal de culpabilidad, sino de inocencia radical.

 

Tras el impacto inicial y la desaparición de la cuenta @metoomusicosmexicanos, el feminismo radical dijo que el suicidio de Vega Gil sólo era culpa de Vega Gil, y que en realidad era una forma de volver a victimizar a las mujeres. Burlas, festejos, hurras por la derrota del patriarcado recibió el músico desde el feminismo radical.

 

¡Qué mundo tan terrible hemos creado en el que la calumnia, el libelo, la difamación, ahora son formas de la justicia feminista!

 

Adiós, Armando Vega Gil. Eres un punto de inflexión.

 

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