En apenas cuatro días, Luis Miguel Barbosa Huerta cumplió silenciosamente los rituales de la toma del poder sin dar tiempo a festejos onerosos o frívolos a los que nos acostumbró el morenovallismo. Tras su victoria electoral, trae prisa para comenzar el proceso de transición que durará apenas dos meses, pero en los que deberá construirse el nuevo andamiaje legal del cambio de régimen que prometió en campaña.
En esos cuatro días, sin recibir su constancia de mayoría, el virtual gobernador desplegó una agenda política casi frenética, sin tiempo para regodearse en una victoria que no fue ajustada, pero sí generó alertas para el futuro de Morena en los comicios de 2021.
Hace un año, Martha Erika Alonso organizó un ‘comidón’ en Las Bodegas del Molino para festejar, donde el protagonismo se lo llevó Eukid Castañón como el “artífice de la victoria”. En 2019, Luis Miguel Barbosa se llevó a su equipo más cercano a comer un mole de res al Mercado de la Libertad, sin la presencia de extraños ni el pago de cuotas a empresarios. Sólo los que se la jugaron desde un año antes.
La diferencia de estilos es evidente. Si ese grupo tenía como marca la fastuosidad para exhibir su poder, el ‘barbosismo’ lo encuentra en una austeridad que no es franciscana, pero sí responde a los principios de la 4T.
La semana frenética del virtual gobernador comenzó con un desayuno con la fuente de reporteros que lo cubrió para agradecerle, y en el que realizó su primera y única designación hasta el momento, al colocar a Verónica Vélez Macuil como próxima directora de Comunicación Social. Por la tarde, comió con dueños y directivos de comunicación, donde garantizó que no habrá una política de mordaza, ni de premios ni castigos.
Ese mismo lunes por la noche, en un acto de cortesía de nivel, se entrevistó con el gobernador interino para plantear la agenda de reuniones con los poderes públicos del estado, así como generar líneas de comunicación para la transición del gobierno. Ahí anunció que la próxima semana designará una Comisión de Transición que deberá tener sus pares en el gobierno en funciones.
Entre los hechos más relevantes de esa agenda casi frenética fue reunirse con los alcaldes señalados de la derrota electoral, especialmente con Claudia Rivera Vivanco. Aunque las especulaciones se desataron por las expresiones de Carlos Meza Viveros contra la alcaldesa en sus artículos de opinión, él mismo aclaró que los hizo a título personal y no como vocero del candidato, función que ya no desempeña.
Hasta donde se sabe, la reunión entre Barbosa y la alcaldesa Rivera Vivanco fue productiva, sin ánimos belicosos ni revanchismos, pues en el ánimo del virtual gobernador no hay tiempo para ajustes de cuentas. El resultado electoral se dio así, y lo que queda es recuperar la imagen de Morena en la capital en los dos años que quedan.
Planteamientos similares se le hicieron a Karina Pérez Popoca, Luis Alberto Arriaga y los demás ediles en los que Morena salió derrotado, aunque se ignora si todos entendieron el mensaje de que hay una nueva autoridad política y la prioridad es ajustarse a los principios de la 4T en materia de austeridad y combate a la corrupción. La oportunidad la están recibiendo. Si no la toman será culpa de ellos.
Una de las reuniones con más alta expectativa era con los magistrados del Tribunal Superior de Justicia, pues por lo menos la mitad del Pleno se encuentra identificada con el morenovallismo. Lejos del amedrentamiento o las amenazas, los togados recibieron la oportunidad de generar un proyecto de reforma al TSJ que responda a lógicas jurisdiccionales y no a una organización política de los tribunales. El gobernador fue receptivo y les abrió el abanico.
El único momento de tensión fue la parrafada que se aventó Israel Mancilla —el magistrado panista descubierto en el Hotel MM— para hacerse el interesante, pasando por alto que Barbosa es abogado. Ese momento de tensión se rompió cuando el cuasi gobernador se encontró con su amigo Miguel Sánchez Zavaleta, quien fue juez en Tehuacán en los tiempos en que Barbosa era litigante. A él le dio el privilegio de la última pregunta al son de “nos echamos la última y nos vamos”.
De la reunión con la Junta de Coordinación del Congreso local sólo hubo buenas expresiones, pues el compromiso de Barbosa fue enviar las iniciativas para modificar la Constitución y avanzar en el cambio de régimen con el tiempo suficiente para que sean analizadas, y que aceptará las modificaciones pertinentes. El objetivo, les dijo, es que el Congreso sea una instancia vigorosa de representación, no una oficina de trámite del gobernador.
Y sí, el gobernador Barbosa va tomando el poder que quedó vacante durante tantos meses. No va despacio y sí lleva prisa.
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De última hora: el defenestrado José Juan Espinosa, evidenciado en su traición al ‘barbosismo’ el 8 de diciembre de 2018, se jugó la última carta utilizando a su esposa Nancy de la Sierra. La senadora amenazó a la dirigencia nacional del PT para que se le devuelva la coordinación en el Congreso de Puebla a su ‘maridito’, o ella renunciará a la bancada del PT en la Cámara Alta para que pierdan representación.
Ante el chantaje, dice que la dirigencia del PT respondió: ¡asústame, panteón!