De los ediles de Morena señalados por la derrota del 2 de junio, Claudia Rivera Vivanco es la única que parece que escuchó el mensaje de los votos e intentó, un día después, un ejercicio de relanzamiento de su administración. Relanzar es una noble intención que, sin embargo, no garantiza éxito: otra poblana murió el sábado pasado en un robo violento de vehículo afuera de Farmacias Guadalajara de Las Torres cuando llevaba a su hija a realizar el examen de admisión de la BUAP. La mataron por la espalda.
Los otros dos grandes perdedores de la jornada, Karina Pérez Popoca y Luis Alberto Arriaga, los ediles de las Cholulas, permanecen en su postura soberbia, perdonavidas. Siguen sin entender ni el mensaje de los votos ni la postura colaborativa de Luis Miguel Barbosa: a los votos los desdeñan y del virtual gobernador creen que respalda su pésima gestión gubernamental. Ambos se están equivocando.
Las urnas ya no pueden darles un mensaje más fuerte: Karina perdió San Andrés Cholula tres a uno y Arriaga perdió San Pedro dos a uno. El que sí puede darles un mensaje más fuerte es Barbosa, a reserva de entender su estilo personal de gobernar, diametralmente opuesto al de Rafael Moreno Valle, caracterizado por los gritos, los ‘sombrerazos’ y la amenaza de persecución desde instituciones como la Auditoría Superior del Estado (ASE) y la Fiscalía General del Estado (FGE).
Quien desee entender el estilo personal de gobernador de Luis Miguel Barbosa tendría que estudiar con detalle el caso de José Juan Espinosa, quien pasó de “campeón” durante los días de la resistencia contra el resultado electoral del 2018, a diputado defenestrado al final de la campaña 2019. En sólo un año, el ex edil de San Pedro pasó del cielo al infierno ‘barbosista’.
En ese largo año, cuando José Juan fue campeón del ‘barbosismo’, hubo elogios en público de todo tipo y muestras de cariño varias. Esos elogios se correspondieron con pago de facturas: le fue entregada la presidencia de la Mesa Directiva en el Congreso y la presidencia de la poderosa Comisión Inspectora. Por momentos, parecía que el tal ‘JJ’ tenía un rol más poderoso que el de Gabriel Biestro, presidente del Congreso. El ‘JJ’ soñaba con sustituir a Claudia Rivera en la alcaldía. Eran sus días de gloria.
En la columna del viernes pasado narramos la traición del 8 de diciembre de 2018 y cómo creció en Barbosa el sentimiento de la traición. Poco a poco, el mundo dio la vuelta: Biestro se empoderó y ‘JJ’ comenzó a rodar cuesta abajo hasta su defenestración.
En todo este proceso, jamás Barbosa hizo un reclamo público a Espinosa, y en privado, hasta donde sabe, nunca hubo gritos ni ‘sombrerazos’, amenazas o algo parecido a lo que hubiera hecho Moreno Valle para meterlo en cintura. Solamente un frío político creciente. Winter is coming.
El día del arranque de campaña en el Centro Expositor fue ubicado de forma lejana en la tercera fila, como un ‘don nadie’. En los pocos actos a los que fue invitado de los realizados en su distrito, jamás le permitieron pronunciar un discurso. Tampoco fue convocado a una reunión de estrategia o le entregaron alguna responsabilidad de movilización.
El punto culminante de ese frío político, según narró José Juan en Juego de Troles, llegó cuando el candidato de Morena lo bloqueó de su teléfono. Es decir, ya ni siquiera le interesaba leer sus mensajes.
Cuando el 2 de junio ‘JJ’ llegó al Crowne Plaza, a su esposa Nancy sí la recibieron, pero a él no. Y como en un buen final de El Padrino, terminada la campaña, fue la primera y única ‘cabeza en rodar’ para demostrar que las traiciones no se perdonan.
En menor escala —porque fue más evidente— la caída de Héctor Alonso fue resultado de su miseria humana de atacar a Barbosa con el tema de la enfermedad, aunque queda claro que con sus afirmaciones misóginas se puso de pechito para acelerar el ajuste de cuentas.
En conclusión, se equivoca quien piense que Barbosa, por no tener formas atrabiliarias como las de Moreno Valle, ni usar la tribuna pública para hacer recriminaciones, no tendrá un estilo duro y centralizador de ejercer el poder. No avienta celulares, no baja a nadie del coche, no grita, pero sabe cuándo ‘cortar cabezas’.
En ese sentido, se confunden Karina Pérez Popoca, Arriaga y compañía, quienes creen que el virtual gobernador ha dado un aval a su mal gobierno, y a sus pésimos resultados electorales. Desde la cima de la soberbia siempre hay un solo camino: el despeñadero.