De frente a Morena, su partido, Andrés Manuel López Obrador es una contradicción andante: no quiere ser jefe máximo ni imponer dirigente, pero deja maniobrar a unos de sus funcionarios más cercanos para impulsar a Bertha Luján. Ante semejante contradicción, ¿cómo pueden creerle sus allegados, sus militantes, sus simpatizantes?
Ante la renovación de su dirigencia nacional, el tabasqueño dice que los funcionarios públicos del Gobierno federal no participarán de ella. Que si quieren hacerlo deberán renunciar. Y promete que si su partido se corrompe, es decir, quiebra sus principios, está dispuesto a renunciar a su militancia y pide que le cambien de nombre. Que ya no sea Morena.
Por supuesto es una contradicción porque uno de sus funcionarios más cercanos, Gabriel García Hernández, es el principal promotor de Bertha Luján para sustituir a Yeidckol Polevsky, y su instrumento de promoción son los Programas de Bienestar, y sus vehículos de promoción los súper delegados del Gobierno federal como Rodrigo Abdala.
Si el Coordinador de Programas Integrales de Desarrollo, pomposo cargo para el jefe de los súper delegados, mete la mano en la renovación de Morena, un funcionario federal con oficina en Palacio Nacional y adscrito a la Presidencia de la República, ¿eso quiere decir que AMLO apoya a Bertha Luján como nueva dirigente nacional, en desdoro de Yeidckol y Mario Delgado?
Andrés Manuel López Obrador dice que no. Que no va a intervenir en la vida interna de Morena por una cuestión de principios, porque si mete mano ya nada lo distingue de los Dedazos Priistas de la Presidencial Imperial que eran jefes de Estado, jefe de Gobierno y jefe de Partido.
AMLO dice que no quiere ser jefe de partido, jefe de Morena, y por eso hay juego libre.
Esto, por supuesto, no es sostenible. Es una contradicción: no meto mano, pero sí dejo que mis funcionarios, coordinados y súper delegados se encarguen de la proyección de Bertha Luján. ¿Aprueba o no la intervención? ¿Que Gabriel García le bloqueé el padrón a Yeidckol, ponga los programas de desarrollo al servicio de la candidatura de Luján, así como a los súperdelegados, es la señal de que AMLO sí está interviniendo y sólo se hace el loco?
"Si el partido que ayudé a fundar, Morena, si se echara a perder no sólo renunciaría, sino que me gustaría que le cambiaran el nombre, que ya no usaran ese nombre porque ese nombre nos dio la oportunidad de llevar a cabo la Cuarta Transformación del país (sic)".
La declaración de AMLO sólo refleja una verdad: Morena está podrido. Sin remedio. Como partido político sirvió para tomar el poder de forma pacífica, conforme a las convicciones democráticas del tabasqueño, pero ya se agotó porque sin jefe máximo las tribunas no saben cómo ponerse de acuerdo. Su destino es la “perredización”.
Nada bueno va a salir de esta pugna que se niega a arbitrar, que no quiere resolver. Los tres candidatos —Yeidckol, Luján y Mario Delgado— se van a dar con todo. La ambición es mucha, pues es mucho el poder que está en juego, además de la posibilidad de imponer candidatos.
La elección interna va a terminar en tribunales electorales y cualquiera que sea el ganador será un líder debilitado, sin la fuerza suficiente para contener.
Todos los días, a los ojos de AMLO, ese sueño llamado Morena se pudre sin remedio. Pero él será culpable del fracaso y si no pone orden pondrá en riesgo el vehículo que permitirá la continuidad de la 4T una vez que se acabe su sexenio.
A menos, claro, que piense en la reelección, la única causa que mantendría unido a Morena.
*** La que se va a Cartagena perdió su silla. Como los vacíos se llenan, el gobernador Barbosa aprovechó la ausencia de la presidenta municipal para definir lo que espera de Claudia Rivera Vivanco: que le entregue la cabeza de Lourdes Rosales para colocar en la SSPTM un perfil enviado por el Ejército.
La última arepa no debió caerle bien a la alcaldesa, quien debió usar la noche de ayer, así como las cuatro horas de vuelo desde Cartagena, si la defensa de Lourdes vale enfrentarse al gobernador.