Algunas risas se escuchaban desde los muy pasados 2006, la ira se hacía presente cuando imaginaba el 2012 y su odio acrecentaba a pasos agigantados cuando recordaba todas las ironías, las burlas, los medios comprados y algún otro incautó comprándose el cuento del peligro para México. Lo cierto es que él mejor que nadie sabía que la paciencia es una virtud y que la venganza es un plato que se saborea frío, pero siempre oculto, furtivo ante los ojos de la opinión pública y fue allí donde adoptó con profundo afecto un grito de paz y amor.
La liga política se tensó a tal punto de que AMLO no baja de las encuestas frente a un Pepe Meade francamente desencajado en esta contienda electoral y un Anaya que no levanta los ánimos de su voto duro –mucho menos del voto switcher– ni con la Bamba de Juan Zepeda.
—Lo que me pides es alta traición. No puedo hacerlo Ricardo, eso es imposible. No, no y no.
Andrés debía y tenía que dar una clase de política mexicana, ese José Antonio Meade no podía quitarle la nota, ni mucho menos bajarlo de la cúspide de las encuestas.
Pepe Toño asintió, se marcaba una mueca en su rostro apenas reconocible como sonrisa. A nadie le sorprendía que el aspirante por la silla del águila estuviera tan cercano al inquilino de la cancillería mexicana. Desde sus tiempos universitarios han sido amigos. El ITAM fortaleció esa amistad, ese proyecto tecnócrata para México.
A lo lejos se escuchaba el golpeteo de los tacones de aguja en las piedras del Auditorio Metropolitano, era un grupo de mujeres, su vestimenta las hacia parecer que se dirigían a algún banquete de celebración, pero no, ellas asistían a la Ciudad de las Ideas, esa ciudad que les permitía por lo menos una vez al año sentirse intelectuales aunque el resto del año nunca tomaran un libro serio y dedicaran buena parte de su tiempo a chismes de folletín.
Los apóstoles estaban sentados alrededor del banquete político más grande que había existido desde hace apenas seis años, en el extremo de la mesa se encontraban algunos despistados que estaban atentos a las migajas de los elegidos por el todo poderoso. Los que estaban atentos y sobre todo dispuestos para levantar el tan anhelado cáliz de la gubernatura poblana eran descendientes de Caín y otros tantos de Abel.
Atento miraba el reloj, tan solo faltaban unas horas para que aquel individuo de rostro implacable, de mirada risueña -y acaso llena de cinismo- llevará a la práctica su grandilocuente intervención en el congreso del estado de Puebla y posterior frente a las grabadoras de reporteros ávidos de alguna controversia mas en esta jungla poblana.
Emitieron un aviso, todo llego de manera imprevista, así como llegan por la noche las malas noticias. Se propagó la amargura y esa sensación terrible y temible de no saber que hacer. El llanto vino tantas ocasiones que ni siquiera las lágrimas eran suficientes para llenar ese vacío, para volverla a encontrar, para volverla abrazar.
Ya sabemos que el resentimiento en política nunca lleva a buen puerto, menos si se está asesorado por personajes que todavía creen que las sentencias de Thomas Piketty deben ser llevadas a la práctica y que los poemas de Neruda son mucho mejores -así de simples y necios- que los de Ezra Pound. Y así llegó la ola de tuits, las ruedas de prensa, las declaraciones. Grabadoras por aquí, ciento cuarenta caracteres por allá y el pobre Enrique cavando aún más su funesta tumba. El mesías no lo iba perdonar, sino lo hizo con Monreal, como lo haría por nuestro ilustrísimo exrector de la UDLAP.
Se abrió una caja de pandora, una caja donde miles de ciudadanas y ciudadanos pertenecientes a este estado Poblano, se encuentran indignados, indefensos y sobre todo con un sabor amargo de boca por la declaración que realizó el gobernador Antonio Gali Fayad de una supuesta suspensión del servicio de transporte privado Uber.