Jueves, 25 de Abril del 2024

Habla un sobreviviente de la masacre en Canoa, a 50 años de la barbarie

Viernes, 14 Septiembre 2018 01:46
Habla un sobreviviente de la masacre en Canoa, a 50 años de la barbarie

“Perdono todo lo que hicieron. La generación actual no tiene la culpa”, dijo Julián González Báez. El 14 de septiembre de 1968 en San Miguel Canoa un grupo de estudiantes y trabajadores de la BUAP fueron linchados, acusados por el cura de “socialistas que nos quieren cambiar la fe”.

Carlos Cózatl

@cr_cozatl



La barbarie de San Miguel Canoa cumple hoy 50 años. Uno de los sobrevivientes de aquella masacre del 14 de septiembre, que fue linchado por un pueblo enardecido y a quien le arrancaron de un machetazo tres dedos de la mano izquierda, Julián González Báez, dice que ha perdonado a los 60 agresores que intentaron matarlo, porque aseguró que “la generación actual no tiene la culpa”.


A medio siglo del linchamiento que fue inmortalizado en la película de 1975, Canoa: Memoria de un hecho vergonzoso del director Felipe Cazals, el jubilado de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) aseguró en entrevista con CAMBIO que es una pena que sigan ocurriendo este tipo de hechos en el estado, pues ya suman 15 casos en lo que va del 2018.


“No quiero que hagan eso (pedir perdón), en lo personal no tengo ningún rencor y odio contra ellos, yo perdono todo lo que hicieron, lamento mucho que le quitaran la vida a su paisano y a mis dos compañeros. La generación actual no tiene la culpa”, dijo el ahora jubilado de la BUAP.


Aunque ha pasado tiempo desde aquel 14 de septiembre de 1968, don Julián menciona que no quiere regresar a Canoa, pues aunque ha recibido invitaciones comentó que ‘no me sentiría cómodo’ de volver a aquel lugar.


Un volado decidió el destino de las víctimas de Canoa


En medio de una crisis nacional por los movimientos estudiantiles en México, el 14 de septiembre de 1968 un grupo de jóvenes trabajadores de la UAP, entonces sin el título de Benemérita, decidieron aventurarse e ir a acampar a La Malinche mientras esta institución se encontraba en un periodo de huelga, después del asesinato del estudiante Marco Aurelio Aparicio dos meses antes.


Ramón Calvario Gutiérrez, Jesús Carrillo Sánchez, Miguel Flores Cruz, Roberto Rojano Aguirre y Julián González Báez se incursionaron a la localidad de San Miguel Canoa, ubicada a 15  kilómetros del Centro Histórico, la cual era fervientemente católica.


“Llegamos a Canoa, bajamos del camión, teníamos la intención de acampar pero empezó a llover, decidimos pedir asilo en el cuarto de la iglesia, identificándonos como trabajadores de la universidad, no nos lo dieron las personas que estaban ahí, luego fuimos a otras dos tiendas, lo mismo; también acudimos a la presidencia para que nos permitieran quedarnos aunque fuera en la Comisaría, nadie nos hizo caso”, relató Julián González Báez, uno de los tres sobrevivientes del hecho.


Entonces dos de sus compañeros quisieron desistir de realizar el recorrido a La Malinche, por lo que decidieron dejárselo a la suerte. Así, un ‘volado’ decidió que los cinco jóvenes se quedaran en la localidad.


Patriarca de la familia García recibió un machetazo en la cabeza


Luego de que la suerte ya había sido ‘echada’, Odilón, un trabajador de la Villa Olímpica, vio que los cinco jóvenes se encontraban desolados, por lo que los invitó a casa de su hermano para que se pusieran cómodos y pudieran pasar la noche.


Sin embargo, llegó a oídos del cura Enrique Meza que unos ‘extraños’ que decían venir de la universidad habían llegado al lugar, por lo que comenzó a repicar las campanas del templo y a llamar por altavoces a la población, dándoles un sermón en el que dijo que ‘socialistas’ llegaban al pueblo para cambiar su fe, encendiendo los corazones de los habitantes, quienes se encaminaron a casa de su vecino.


Aunque los jóvenes y la familia García escucharon el barullo ocasionado en el atrio de la iglesia, éstos lo adjudicaron a que al día siguiente se llevarían a cabo las fiestas patrias, por lo que no le dieron importancia; no supieron lo que ocurría hasta que alrededor de mil 500 personas se encontraban afuera del domicilio de la familia García, exigiendo al campesino que entregara a los trabajadores del edificio Carolino.


“El señor Lucas García fue valiente, nos defendió, fue por ello que un sujeto primero lo golpeó, él se trató de defender, y fue cuando recibió un machetazo en el cuello y otros le disparan en el suelo”, relató González Báez, lamentando su muerte ya que dejó huérfanos a cinco menores de edad, entre ellos una pequeña de siete meses.


Posteriormente cayeron los trabajadores de la UAP, Jesús Carrillo, Ramón Gutiérrez Calvario y Odilón Sánchez, a causa de los golpes y machetazos que recibieron por parte de los pobladores; mientras que a los otros tres los amarraron y trasladaron al Zócalo de Canoa.


Fue en este trayecto donde don Julián perdió tres dedos de su mano izquierda al tratar de cubrirse de un machetazo, situación que no recuerda, ya que fue uno de sus compañeros quien le relató lo ocurrido.


Pasaron más de dos horas para que llegara un cuerpo de granaderos y una ambulancia, dos horas que marcaron de por vida a los sobrevivientes, pues sintieron miedo ante la posibilidad de que en cualquier momento serían ajusticiados por la turba enardecida, por lo que Julián González Báez sólo podía pensar en la familia que dejaría; su esposa embarazada y dos hijos.


A pesar de una lista de sospechosos, nadie fue detenido


Este crimen, como muchos otros de la época, quedó impune, pues a pesar de que se convirtió en un caso mediático con gran impacto tanto en el estado como a nivel nacional, las autoridades no enjuiciaron a ninguna persona por el hecho; ello aunque existía un listado con los datos aportados por los sobrevivientes y otro por los pobladores que se mantuvieron al margen de la situación.


“Era una lista de aproximadamente 60 personas, es de los principales, encabezada por el sacerdote del lugar, el presidente, los dueños de los altavoces y dueños de los camiones… de esa lista ya haciendo el trámite legal nunca detuvieron a nadie en la cárcel”, señaló González Báez, asegurando que jamás pudo ver las caras de sus agresores.


Aunque ha recibido algunas invitaciones para regresar a Canoa, don Julián ha rechazado todas, ya que no se sentiría ‘cómodo’ volviendo al lugar donde las generaciones pasadas cobraron la vida de cuatro personas inocentes.


También destacó que la ausencia de justicia continúa en nuestros días, pues es lamentable que en el caso de linchamiento de Acatlán de Osorio del pasado 29 de agosto sólo una persona se encuentre detenida, a pesar de que los principales instigadores fueron ubicados.


“No quiero que hagan eso (pedir perdón), en lo personal no tengo ningún rencor y odio contra ellos, yo perdono todo lo que hicieron, lamento mucho que le quitaran la vida a su paisano y a mis dos compañeros, la generación actual no tiene la culpa”, sentenció.


Linchamiento en Canoa fue por miedo


Para el doctor Antonio Fuentes Díaz tanto el linchamiento de Canoa como el de Acatlán de Osorio tienen un mismo origen: el miedo,


“Los episodios de violencia colectiva estuvieron favorecidos por un sentimiento de miedo, en ellos es un componente central para las personas para enfrentar un riesgo que los agrede en términos colectivos (…) en Canoa se da por la propaganda negra en contra del movimiento estudiantil y el comunismo que fue un equivalente al miedo (…) actualmente el nuevo rostro del miedo es el rapto de infantes, estos linchamientos en contra de ‘robachicos’ son multitudinarios y ritualizados y que terminan en la muerte de los inculpados al ser una de las victimas más vulnerables”, señaló el especialista en entrevista con CAMBIO, tras al incremento de desapariciones en todo el país.