¿Por qué tantos derechos humanos, básicos, universales, fundamentales y tantas violaciones, vituperios, ofensas, agravios y humillaciones? ¿Por qué tanta democracia, pero poca participación, colaboración y solidaridad? ¿Por qué tanta pobreza, hambruna, miseria, penuria, con tantos subsidios, ayudas y pensiones? ¿Por qué tantas licenciaturas, maestrías, doctorados y tan poca visión? ¿Por qué tantas ciencias, métodos y técnicas, pero poca solución? ¿Por qué tanto conocimiento, educación, instrucción y poca reflexión? ¿Por qué tantos medios de comunicación, pero poca comunicación?
Cuestiones que parecieran paradójicas, pero que son una realidad actual. Por un lado, hay un estado de confort y, por otro, un estado de miseria total por el desempleo, por la falta de oportunidades, por las desapariciones, por las muertes, por la violencia. Hoy se mata como si no pasara nada, es la radiografía de la poca apreciación que tenemos actualmente de nuestras propias vidas. Nos valoramos tan poco que somos felices con el último celular, la última serie de Netflix —que, bien podría decirse, en castellano significa: “telenovelas ochenteras de Televisa ya tecnificadas”—, con un simple viaje, el vehículo del año, el último concierto musical de moda, etc.; o, en una línea paralela, se satisfacen con el espejo robado, la casa asaltada, la gasolina robada, la parada en la manifestación desayunada o el homicidio pagado.
Así es como hoy se vive principalmente en nuestras tierras de América latina: con una falta de valoración por nuestra propia vida y la ausencia de un ejercicio del derecho de autonomía con que contamos cada uno de nosotros, pero, sobre todo, con la carencia del respeto a la dignidad humana, que, en muchas de las ocasiones, se refleja en aquel que cuenta con un “puestecito” de gobierno o cargo público (llámese jefe de recaudación, notificador, diputado, senador, presidente municipal e, incluso, presidente de una nación) y que sólo actúa bajo la máxima de “porque lo dice la ley lo hago”, cuando carece de la capacidad para apreciar que la ley no fue democráticamente autorizada, que fue pésimamente redactada y, sobre todo, perversamente interpretada o que ese cumplimiento a la ley causa más males y angustias que él no cumpliría. Todo esto es muestra de nuestra realidad.
Pero ¿cómo cambiar lo que tenemos de ésta realidad, si las generaciones más jóvenes están más preocupadas por el artista del momento (que comúnmente es de habla inglesa), el partido de futbol (que, por cierto, se juega al otro lado del mundo) o por el último dispositivo electrónico que saldrá al mercado y dejan en tercer término a su familia, sus estudios y su propio horizonte? ¿Cómo hacerlo, si en las universidades se memorizan los textos, se hace tecnología y ciencia sin conciencia de la realidad que sucede en las calles, en las colonias, en las poblaciones; si la cultura actual es la del consumo, si los santuarios conocidos son los centros comerciales y las tiendas departamentales, si se desconoce la historia, sobre todo la de nuestras tierras; si hay ignorancia de nuestras tradiciones y de nuestra cultura? Precisamente por ello, necesitamos hacer un esfuerzo para dar un paso hacia una reubicación de nuestra realidad, haciendo uso de los medios masivos para construir una propuesta reflexiva, distinta a la propuesta central ya descrita.
Pármenas Radio es una plataforma por internet, desde Puebla, México, que, por medio de una propuesta de programación de seminarios se plantea y preocupa por que: los derechos no se encuentren anestesiados por el Estado, que la democracia no sea tecnocracia, pero tampoco oclocracia, que la libertad deje de ser solamente económica y para pocos, que la igualdad no sea únicamente formal, que los estudios se transformen en reflexión y no se traten de un simple título. Y, para todo ello, se propone la transmisión de un conocimiento reflexivo, deliberativo, participativo, examinador, crítico y propositivo, que se puede escuchar en: parmenasradio.org y ccapuebla.com/radioparmenas.php.
