Apresúrese a disfrutar de nuestra prehispánica bebida, el mezcal, porque en unos cuantos años sólo quedará como referencia en las páginas de nuestra historia.
Y es que ya lo explicó Iván Saldaña, el éxito de la bebida que se disfruta sólo besando el recipiente en el que se sirve, está amenazado con desaparecer.
Todo es producto de una sobreexplotación.
Y es que esta bebida de dioses de pronto registró un boom y se colocó en el ánimo de los conocedores.
Hace no más de ocho años los productores asesorados por buenos publicistas lograron posicionarla como la bebida más pura y lograron convencer a los expertos.
Entonces comenzaron las catas por especialistas que incluso llegaron de España para popularizarla.
Así fue como se comenzó a servir en los restaurantes más exclusivos de comida fusión y mexicana.
Siguió su combinación con otras bebidas y frutas para lanzarla en coctelería y se colocó en el ánimo de jóvenes y maduros.
Desde sus lugares de origen se comenzó a elaborar nuevas versiones con sabores diversos y nombres muy novedosos que lograron el objetivo, desplazando la idea que originalmente se tenía de que se trataba de una bebida para gente de escasos conocimientos y menos poder adquisitivo.
Hoy hay marcas de mezcal que llegan a costar lo mismo que un buen whisky.
Caprichos de la novedad y la exclusividad.
Pero lo cierto es que la demanda por el mezcal creció a tal grado que los productores comenzaron a sobreexplotar la planta que se va agotando, tiende a desaparecer de los campos y se pronostica que de seguir este ritmo, en pocos años ya no habrá planta para obtener la piña de la que se deriva el agave para su elaboración.
De tal suerte que, no es por nada pero o se decide usted a disfrutar buenos tragos de mezcal hoy o en unos cuantos años estará contando a sus descendientes de la bebida que desde tiempos de los aztecas se cortaba y se cocía bajo pencas de maguey, petate y piedras, lo que en conjunto permite disfrutar de su sabor peculiar.
¡Qué pena!
Y de nada servirá su certificación de origen que lograron los dos estados agaveros de Oaxaca y Puebla.