El dúo invencible o de cómo el Vale y Zavala ganaron -Cronica-
El coordinador estatal de Promoción al Voto sonrió con la satisfacción del deber cumplido. Un poco después, un exultante Valentín Meneses marcó al radio del ex secretario de Gobernación. Después de las felicitaciones mutuas, vino la broma
Arturo Rueda
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Eran las seis y media de la tarde. Las tendencias irreversibles ya estaban confirmadas. A Zavala le quedaba poca voz en la garganta después de pasarse todo el día hablando con los candidatos a diputados, los abanderados en los 86 municipios más importantes del estado y con todos los liderazgos habidos y por haber en Puebla.
Cansado después de jornadas agotadoras, con el orgullo de un mariscal que rinde el parte del enemigo que huye despavorido del campo de batalla, se comunicó con Marín para confirmarle la gran victoria. El gobernador, después de escuchar el informe, le respondió.
—¿Ves como no me equivoqué mandándote a operar la elección?
El coordinador estatal de Promoción al Voto sonrió con la satisfacción del deber cumplido.
Un poco después, un exultante Valentín Meneses marcó al radio del ex secretario de Gobernación. Después de las felicitaciones mutuas, vino la broma.
—Camarada, nos hicimos el harakiri con esta victoria.
—Jajajaja, sí, pero logramos nuestra objetivo.
—Camarada, desde hoy seremos conocidos como el dúo invencible— sentenció el Vale.
Y sí: ya podemos irnos olvidando de Batman y Robin. De Tintán y Marcelo. De Viruta y Capulina. Del Avispón Verde y Kato.
Una nueva pareja pisa con firmeza la política poblana.
La dirigencia bicéfala, como a algunos les dio por llamarla.
Imposible escatimarle méritos a cualquiera de ellos, grandes triunfadores de la tarde. Orejas y rabo. Una tarde gloriosa.
A primera hora de la mañana, Valentín Meneses acompañado por ese compendio de la política nacional es que Maximiliano Silerio, le reportó los hechos sangrientos sucedidos en Jalpan la noche anterior.
—Una investigación seria y rápida para que no enturbie el proceso electoral— pidió la dirigente nacional.
En su oficina de la diagonal, Valentín atendió las primeras incidencias de la jornada electoral. Los apremios a los candidatos para vigilar la estructura electoral y las primeras preocupaciones por la escasa afluencia de votantes en las casillas.
Acompañado por don Max, la “Comandanta Paloma” y Sonia Hidalgo, Valentín desayunó una ingente ración de chicharrón en salsa roja y frijolitos —un desayuno revolucionario—, antes de irse a votar y comparecer en la primera rueda de prensa del día en el hotel Gilfer donde se encontró con su pareja del dúo dinámico.
De ahí, Zavala se fue al doctor porque tenía la garganta completamente cerrada y apenas comenzaba la parte pesada de la operación política.
Llegando a su oficina del boulevard Atlixco, el promotor estatal del Voto recibió el primer corte de las encuestas de salida del Ciso. Las noticias eran buenas. En realidad muy buenas. Blanca Alcalá arrasaba en la capital y el PRI se hacía de 24 de 26 distritos electorales. La mancha de Tecamachalco avisaba de su incordio.
Zavala, entonces, desplegó su trabajo de operador electoral. Asistido eficientemente por Óscar de la Vega, Santi Bárcena y José Luis Espinosa, se comunicó con todos y cada uno de los candidatos, comunicándoles sus porcentajes y acicateando a los que se encontraban abajo para reponerse.
Como por acto de magia, el siguiente corte mostraba incrementos de 5 puntos en casi todas las posiciones y el PRI ya se llevaba el carro completo de las 26 diputaciones. A esa hora casi comenzó el festejo.
—Jefe, le informo que todo va muy bien.
Marín, al otro lado del teléfono, asintió.
Su compadre y su hijo político habían hecho bien la tarea. Ya llegará el momento de recompensarlos. Al dúo invencible.
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